lunes, 24 de abril de 2017

Orfancia

“Nada me ha hecho nunca tanto daño como el amor. Al poco de nacer, estuve a punto de morir de una hernia estrangulada. Mis padres me veían llorar día y noche, y no entendían, se obstinaban en tenerme en brazos como si fuera cuestión de afecto, una nostalgia de la placenta que hubiera que colmar.”
Tiene ocho años y no come nada. Es solo piel y hueso… Y pelo largo. Lo confunden con una niña y a su padre se lo llevan los demonios.
No tiene hambre. Lo poco que le obligan a comer lo vomita. No quiere crecer.
Su madre está desesperada. ¡Ya no sabe qué hacer! Nada funciona. Nada le gusta. ¡Nunca tiene hambre! Está en los huesos. El pediatra dice que está sano. Que no se preocupe. Que no se obsesione. Que es una fase. Que se le pasará. Que haga ejercicio. Así se le despertará el apetito. Pero no es verdad.
Su padre tampoco lo entiende. Quiere que coma, pero no tiene tiempo ni ganas de pelear con él. Y cuando lo intenta, fracasa. Y le grita. Y se enfada. Y le echa la culpa a su mujer. “¡Ojalá no lo hubiéramos tenido!”
No quiere crecer. No quiere que le pase lo que a los otros niños. Algunas noches oye sus lloros. Hay niños que no ha vuelto a ver. No se han marchado a casa de sus abuelitos. No. ¡Se los han comido! A él sus padres no se lo comerán. No lo van a engordar. Y no se lo podrán comer.
Este es el principio de esta historia en cuatro “actos”: la Primavera, el inicio, el planteamiento, la presentación de los personajes.
El Verano llegará con el descubrimiento del hambre, asociada a la crueldad y a la maldad, una puerta al mundo que le será abierta por un pequeño Pigmalión, el hijo de la frutera. A veces no se puede contener y come, y no puede parar, e incluso disfruta. Solo el dolor controla el hambre que tiene. Y casi siempre consigue vomitar.
Con el Otoño llegan los cambios: de colegio, de compañeros, de inquilinos… porque ahora sabe que hay alguien más ahí dentro:
No se ve desde fuera, pero dentro de mí hay otro niño que crece escondido bajo mi piel, es suya esa voz que me atormenta. Somos idénticos, es imposible distinguirnos, pero queremos cosas distintas. Si yo estoy cansado él quiere jugar; si yo no quiero comer, él se muere de hambre; si yo estoy triste a él le entran ganas de reír. Yo soy débil y él es más fuerte cada día.
Y el Invierno llega. Y con él la rendición.
¡¡Qué gran sorpresa me he llevado con este libro!!
Sabía que no era una novela convencional, pero ha sido mucho mejor de lo que me esperaba. Es una historia contada con la maestría de quien tiene las cosas claras pero no quiere enseñártelas, que sería el camino fácil, sino que quiere que las descubras, como los buenos profesores. Y en este descubrimiento hay dolor, y desasosiego, e incertidumbre, y miedo, y crueldad. Y llegas al final del Invierno temblando y con las rodillas peladas.
Y el final es magnífico. Pero no os quedéis en lo superficial. Si habéis devorado y digerido esta historia, lo entenderéis: los vencidos han de ser conscientes de la derrota. Aunque solo sea por un instante.
Muy, muy, muy recomendable.
SLHLT

No hay comentarios:

Publicar un comentario