viernes, 21 de julio de 2017

Europa

Salieron de noche. Tardaron sólo dos días en atravesar tres fronteras, tres países. Por la noche habían dormido en casa, papá había regalado las gallinas, vendido la vaca. Amontonaron los cestos con tomates y pimientos contra la pared del corral. Heda había recogido sus libros en un hato y lo había camuflado entre la ropa de la maleta, sin que la madre lo advirtiera. Pamuk fue tumbado en el suelo del coche hasta la estación.
Esta no es sólo la historia de Heda, de Pamuk, del padre y de la madre. Es también la historia de una guerra en un país incierto y de lo que le hace a la gente, del fin de la inocencia, del comienzo del terror. Es la historia de una huida. Escapar para sobrevivir. Malviviendo, pero vivos. Aunque a veces, también muertos. Es la historia de un tiempo que ya no es y que parece imposible que haya existido. Es la historia de una traición, de muchas traiciones. Del dolor del desarraigo. Del añorar un hogar que ya no existe, una casa que ya no existía entonces y una vida por vivir antes de que todo acabara. Es la historia de un renacimiento en un lugar nuevo, lejano, frío, hostil, diferente… Un lugar, no un hogar.
Piensa que la vida es extraña. Y perversa. Que tan pronto un muchacho es capaz de traicionar a su padre, de arrastrar al abismo a su familia, como de enamorarse de una niña que borda tontos corazones.
La vida, como la escritura, tiene comas, puntos suspensivos, interrogaciones, exclamaciones y puntos finales. Pero también tiene puntos y aparte. Y hay que seguir viviendo, pero el párrafo es otro. Porque se rompió. Porque lo rompieron. Porque los rompieron. Porque la rompieron… Un tren parado en la vía como punto y aparte. Soldados pidiendo carnets y sacando a las mujeres del vagón… ¡Ojalá hubiese sido un punto final! Desde entonces la vida ya no se parecería a la vida.
Y Europa, más que continente, metáfora de refugio, de escapatoria, de cárcel, de desarraigo, de última salida, y de pensión sórdida que se anuncia con luces de neón titilantes en una noche que no se acaba y donde, entre las sábanas, se pierde y se gana.
- Tal vez esa extraña forma que tienes de odiarme será amor – lo oirá decir.
Sabrá que la está mirando. La mirará mientras mueve los hombros frente al cristal oscurecido, al ritmo de la melodía bailable. Aunque no podrá verlo, sentirá su deseo en la piel de los tobillos. En los muslos, En la espalda. En los pliegues de la nuca. En las comisuras de la boca.
Será en esos momentos cuando más desee matarlo.
- No. No es amor.
Cristina Cerrada y Europa han sido todo un descubrimiento y un gran acierto. Una novela breve. Capítulos cortos. Pasado, presente y ¿futuro? Con una prosa sencilla y directa, la autora describe y cuenta lo necesario para que sintamos a Heda. Ni una palabra de más. Ni una palabra de menos.
La devoré en una tarde.
¡Magnífica!

 SLHLT

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