lunes, 10 de febrero de 2025

Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Este libro huele como los libros viejos y como las casas en las que se ha fumado mucho, muchísimo, y el olor amargo de la nicotina lo impregna todo. No es agradable, pero sí evocador. Pues ese olor le recuerda a él. A un padre que, para Aura, no es el icono vanguardista, el genio, el revolucionario, sino un padre que no siempre la entendía, que no avanzaba con los tiempos, muchas veces ausente, demoledor en sus opiniones, que en ocasiones la avergonzaba y que no estaba dispuesto a dar los pasos necesarios para salvar el abismo que les separaba.

Pero ese hombre ha muerto. Ya no está. Y aunque las diferencias fueran enormes, era su padre. Y ahora, que le toca vaciar esa casa y catalogar los más de 10.000 libros que hay en sus estanterías, Aura espera que ellos le hablen de él. Porque rebuscar entre ese universo de libros es tener una última conversación con él. Y porque entenderlo, quizás también sea entenderse un poco a sí misma.

Este libro no es una biografía al uso, ni una elegía. Es más bien una búsqueda, una reconstrucción y una manera de enfrentar el duelo. Puede que él odiara esta manera de recordarlo. Pero él ya no está. Aura sí. Aura está. Y esta es la forma en la que ha decidido que siga existiendo.

Llegué a esta historia a ciegas, no sabía lo que me iba a encontrar y me dejé llevar. Y, aunque es un libro que duele, me ha gustado.

SLHLT

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