viernes, 11 de diciembre de 2020

Protege a tus hijas

Morgan, la mediana de cinco hermanas, nos cuenta cómo solía ser su vida, en un pueblecito no muy lejos de Londres, antes de que todas ellas abandonaran el nido.

A lo largo de estas páginas descubriréis que los Harvey son una familia muy singular.

El padre, un célebre escritor de novelas policiacas, vive de forma sencilla con su familia, alejado de la fama y de las comodidades de Londres y solo tiene ojos para su mujer, sus libros y sus hijas.

Grace, la madre, es una mujer en apariencia débil, que está bastante delicada de salud y que necesita tranquilidad y reposo para mantener sus nervios a raya. Le encanta pintar y mantener unido al rebaño. Su familia se desvive por ella.

Las chicas Harvey son pura locura, pasión e ingenua diversión. No han seguido una educación reglada como cualquier chica de su edad, ni se espera de ellas que encuentren un trabajo ni que se casen. Han sido educadas en casa por diversas institutrices como si aún estuvieran en el siglo XIX. Pandora, la mayor, es la única que se ha casado y vive en Londres con su marido, lo cual le ha granjeado cierta antipatía por parte de su madre. Las demás (Thisbe, Morgan, Cressida y Teresa) se dedican a lo que les gusta: escribir y representar obras de teatro, la poesía, la música, la lectura, el cuidado del jardín… Y hacen turnos para encargarse de hacer la comida, adecentar la casa, o ir a la librería o a la iglesia del pueblo.

 

La atmósfera de este libro recuerda, sin duda alguna, a la de “Mujercitas” de Louisa May Alcott, pero con más sentido del humor, y con un trasfondo, un origen y unas consecuencias bastante menos bucólicas y bienintencionadas.

Me ha gustado mucho, pero os haría una recomendación antes que os pongáis con él: no leáis la sinopsis de la contraportada, pues crea unas expectativas que no son reales. Dejaos llevar por lo bien escrito y traducido que está y por el ambiente en el que os sumergirá, como si de una novela costumbrista se tratara. Os prometo que, así, la disfrutaréis de verdad.

SLHLT

viernes, 4 de diciembre de 2020

Polvo y sombra

Amanece en Aosta. El verano está llegando, pero aún no se sacude el frío del todo. El subjefe Rocco Schiavone y su perrita Loba se desperezan sin saber aún lo que les deparará este nuevo día… 

Un día cargado de sorpresas o, como las llama Schiavone: “tocadas de cojones”. 

Entre la más que probable repetición de curso de su vecino adolescente Gabriele, la actitud meliflua con la que lo aborda la periodista que lleva meses hostigándolo, la extraña actitud de la inspectora Rispoli, la aparición de una nueva responsable de la Científica, militante de la teoría de la conspiración, y que lo acaban dejando sin despacho para instalarlo en el cuarto de las escobas… Lo único que le faltaba a Rocco es tener que resolver un asesinato. Y a falta de uno: dos. 

El cadáver de una mujer transexual a la orilla del río Dora, y el hallazgo a los pocos días de un hombre degollado, con el número de teléfono del subjefe en el bolsillo, obligarán a Rocco a dedicarles toda su atención. Pero algo no cuadra. En ninguno de los dos casos. Además, su amigo Sebastiano lleva días desaparecido… Y el subjefe sabe de sobra lo que eso significa.


No puedo ni debo desvelar más, pero creo que es la mejor novela de la saga Schiavone hasta la fecha. Las cartas están sobre la mesa. Ya conocemos su pasado. Incluso él empieza a aceptarlo y a asumir que hay que continuar. Y que la vida en Aosta puede no estar tan mal.

El personaje ha crecido: tiene más madurez, más profundidad, más intensidad, más humanidad, más esquinas… Y más ganas de seguir.

<< Tú no lo sabes, cachorrita mía, pero hay un montón de animales que caen en letargo cuando llegan los hielos del invierno. Se acurrucan en un agujero bajo tierra, cierran los ojos y mueren durante unos cuantos meses. Cuando se ponen de nuevo al sol, renacen una vez más y vuelven a sonreír, a saltar, porque es una vida nueva, llena de colores y de olores. Nosotros no. Nosotros nunca nos dormimos en serio, y por eso envejecemos y la piel se arruga, y también la sangre. Todo se cansa, Loba, se consume, y no vuelve a ser como antes. Me miras, con la lengua fuera, y estamos solos tú y yo, una vez más, y eres tú la que tienes que darme ánimos, amiga mía, porque a mí ya no me quedan. Quédate aquí, pegadita a mí. Cierra los ojos. Duerme, Loba. Sueña con huesos y con prados donde correr. Incluso vuela. Yo te miro desde aquí y espero hasta aprender cómo se hace.

Te lo juro, en cuanto lo logre, te sigo. >>

SLHLT