miércoles, 11 de septiembre de 2019

Los mejores días

Ocho relatos. Ocho historias. Ocho vidas entrelazadas. Ocho mujeres que representan a muchas más: madres, amantes, hermanas, amigas, abuelas… Ocho latidos bajo ocho pieles diferentes. Ocho gritos. Ocho universos. Ocho maneras de sobrevivir.
<<Las mujeres de esta familia no engendran hijos, se los traen de lugares. A nuestra prima Carolina la trajeron de una provincia del norte cuando tenía cinco años y dice mi madre que llegó con las uñas negras de carbonero; la abuela misma no conoció a su madre, la entregaron a una prima lejana porque no tenían plata para criarla. Y a Francisco la tía Perla lo fue a buscar a una iglesia y cuando lo acostó en la cama de la abuela ya pesaba ocho kilos. Tenía el pelo duro y marrón y las piernas gordas y apretadas como un pollo al horno>>.
Con una prosa casi poética y un dominio del lenguaje mayúsculo, Magalí Etchebarne elige dar voz a ocho mujeres para que cuenten su historia. La suya, la que vivieron, la que recuerdan, la que sintieron, la que sufrieron… sin permitir que otros se la expliquen, se la reescriban o tuerzan la boca en un gesto de disgusto al escuchar lo que no quieren oír.
<<Cuando baja de la sala de operaciones, es otra madre. Está aterrada y es anciana para siempre. Tiene los ojos abiertos de par en par, mirando al cielo con locura, como en una canción de rock barrial, ¡pero es mi mamá!, y me gustaría que saliera y volviera a entrar. Que la devuelvan como estaba cuando llegamos>>.
Estas ocho mujeres te cuentan su historia como se lo dirían a sí mismas, como lo escribirían en un diario secreto, como el cuento que contarían en voz baja al oído de un niño que aún no entiende el significado de las palabras, como la historia que una anciana cuenta en el parque al desconocido que se sienta a descansar a su lado: sin miedo, sin vergüenza, sin rubor, sin arrepentimiento. Con la seguridad que da ser la dueña de su propio destino.
<<Los hombres locos si no llegan del mar van hacia él. Hacia el mar o hacia cualquier cosa que sea fuerza, corriente y soledad. Hace treinta años, cuando llegamos a vivir a esta isla, éramos jóvenes y él estaba completamente loco, no de amor ni de rabia, estaba lleno de cosas, desbordado de ideas, con sobredosis de todo. Un cuerpo marcado por las sustancias con las que los jóvenes se tatúan hasta desfigurarse, despegarse, hacerse nuevos>>.
Todo un descubrimiento esta colección de relatos incómodos, intensos y maravillosos.
SLHLT

viernes, 6 de septiembre de 2019

Estamos todas bien

Ana Penyas hace, en esta novela gráfica, un maravilloso homenaje a sus abuelas.
Maruja y Herminia. Dos mujeres muy diferentes a las que les tocó vivir tiempos difíciles. Dos mujeres silenciadas, como todas, por una dictadura y un machismo estructural asfixiante, que hicieron todo lo que pudieron, con las armas de las que cada una disponía, para sacar adelante a sus familias y adaptarse a lo que fuese viniendo.
Es paradójico que esas mujeres a las que una vida en dictadura y represión les quitó la voz, hoy, también se encuentren silenciadas por el olvido de una sociedad democrática que teme envejecer y esconde sus canas y sus arrugas. Y que la velocidad frenética a la que vivimos hace que no tengamos tiempo para reflexionar, para escuchar las historias de las que nos precedieron, para aprender de ellas y para evitar caer en los mismos errores.
Hace unos días mi madre me contaba que Madrina, su abuela, sabía muchísimo de plantas. Que cuando eran niñas y les dolía la barriga, les preparaba ungüentos que las aliviaban, que sabía cómo bajarles la fiebre y cómo curar a los animales. Y que todo aquello se perdió. Porque parecía que ella estaría siempre… Y porque probablemente nadie le dio la importancia que tenía.
Este libro te emociona. Y te muestra la clave de la inmortalidad sin necesidad de pactos con diablo alguno, ni de santos griales ni piedras filosofales. La inmortalidad es el recuerdo.
Maruja y Herminia ya son eternas. Igual que lo son Madrina y Generosa. Porque no hay ni un solo día que no nos acordemos de ellas.
SLHLT

martes, 3 de septiembre de 2019

Tiene que ser aquí

Maggie O’Farrell es una gran contadora de historias y una, aún mejor, creadora de personajes. Es de esas escritoras que hace que parezca fácil lo difícil: intercalar un nuevo latido entre la sístole y la diástole.
Esta es una historia de huidas, de personas incapaces de soportar la vida que les ha tocado vivir y deciden escapar, no siempre siendo conscientes de lo que hacen ni de las consecuencias. Es una historia de renuncias: unas elegidas, otras impuestas. Es una historia de desencuentros y de pérdidas. Es una historia de aprendizaje y de caída. Es una historia de renacimiento, de reconocimiento y de volver a empezar. Es una historia de perdón y de redención. Y, por encima de todo, es una historia de amor.
Con saltos en el tiempo, con distintos narradores y puntos de vista, la autora nos enseña quiénes son Claudette y Daniel. Sus vidas antes. El intrincado camino que hace que un hombre americano, experto en palabras y significados, decida ir a buscar las cenizas de su abuelo al viejo mundo y que, por casualidad se encuentre ayudando en una carretera perdida en la campiña irlandesa a un niño y a su madre, que han pinchado una rueda. 
Ese encuentro cambiará sus vidas. Les dará un significado.
Pero quizás, aún no es el momento. Quizás se han encontrado demasiado pronto. Quizás necesiten perderse, curarse, perdonarse y volver a encontrarse. 
Y, quizás, puedan llegar a ser felices.
MA-RA-VI-LLO-SA.
SLHLT