Todos los
días de nuestra vida, desde que tenemos uso de razón y podemos valernos por
nosotros mismos, tomamos una decisión: continuar viviendo o abandonar.
La
elección no siempre depende de lo felices que nos sintamos ni de lo bien o mal
que nos vaya en la vida. A veces es un simple y terrible “no poder más”.
Buscamos un
mensaje oculto en los suicidios, una explicación, una responsabilidad, un qué no
he visto, un qué podía haber hecho para evitarlo. Pero, casi nunca tiene que
ver con nosotros, los observadores, los amantes, los acompañantes, los que
decidimos continuar un día más. Y es muy probable que quien haya intentado
quitarse la vida, lo vuelva a intentar una y otra vez, hasta lograrlo.
Cuando la
persona que quiere morir es brillante, hermosa, amada, con talento, con una
relación y un trabajo enriquecedores, solvente, prestigosa y respetada, directamente
nos explota la cabeza.
Y si esa
persona es nuestra hermana, todavía más.
De esto
trata Pequeñas desgracias sin importancia. Elfrieda y Yolandi son dos
hermanas criadas en una comunidad menonita, de la que huyen en cuanto pueden. Elfrieda
es una pianista brillante de fama mundial, casada y sin problemas económicos.
Yolandi se dedica a escribir historias de rodeo, tiene dos hijos de padres
diferentes y ya va por el segundo divorcio. Pero Elf se quiere morir y después
de varios intentos le pide a Yolandi que la ayude.
¿Cómo conseguir
que la persona que más quieres en el mundo desee seguir viviendo? ¿La ayudarías
si todos tus intentos fueran en vano y no sirvieran para nada más que causarle
dolor?
Con tintes
autobiográficos, Miriam Towes escribe una novela fantástica, tierna y dolorosa,
donde el humor le da un contrapunto único y con la que no podrás evitar reírte
y emocionarte.
Maravillosa.