miércoles, 6 de julio de 2022

Tierras muertas

<< Los ojos de madre parecían más muertos que los de Joan. Con la mano izquierda apretaba la rodilla de su hijo y con la otra se limpiaba los dientes, rascando con las uñas hasta las cavidades cubiertas de encía negruzca. Llevaba tres horas así. De vez en cuando tragaba saliva sanguinolenta y reanudaba la tarea con una persistencia más intensa. Mi hermana danzaba de aquí para allá cambiando el agua del barreño por agua más fresca y se encargaba, mientras le daba el pecho a la niña, de ponerle paños húmedos en la cabeza al moribundo, a quien no parecía abandonar el delirio de la fiebre. Yo no sabía muy bien dónde ponerme. A ratos entraba en el cuarto y me quedaba observándolo. Después salía de casa y mascaba tabaco con padre, y su silencio a la sombra me hacía sufrir más la espera. Y entonces, como un traidor, huía y me iba a pasear por la orilla del riachuelo que regaba el huerto y contemplaba a mis hermanos que, hechos ya unos hombres, incluso en momentos como aquellos trabajaban la tierra >>.


Uno de los hijos de los Capdevila vuelve a casa después de estar un tiempo ausente. Algo ocurrió para que escapara de allí. De eso no se habla.


Joan regresa y encuentra la muerte. Alguien le dispara por la espalda. Y allí no hay nadie más. Uno de ellos es el asesino.


Rencor, secretos, pobreza material y de espíritu, niños que corretean libres y sucios como animales, hijos bastardos, ausencia de compasión, maldad, miedo, suciedad, polvo y crueldad. La masía es un lugar hostil donde no se llora ni a los muertos.


Cada capítulo es una voz, una parte de la historia contada por uno de los protagonistas. Y es el lector el que tendrá que atar cabos y trenzar hilos para entender qué es lo que ha pasado y por qué.


Esta historia te revuelve las entrañas. Es oscura. Duele. Sangra. Grita. Huele. Y mancha.


No es para todos los lectores ni tiene por qué gustarte, pero te aseguro que no te dejará indiferente.


SLHLT

No hay comentarios:

Publicar un comentario