Canto
yo y la montaña baila es uno de los libros más bellos que he
leído en mucho tiempo.
A veces
pensamos que somos dueños de nuestras historias, pero no es del todo cierto
pues esas historias son consecuencia de otras y parirán a la que están por
venir. Transcurren en escenarios que nunca volverán a ser iguales, que se
inician, varían y cambian para transformarse en algo que no fueron y que
tampoco volverán a ser, aunque se les parezcan. Y lo que acontezca en nuestras
historias repercutirá en otras, quizás invisibles para quien no sabe o no
quiere mirar, tan importantes como la nuestra.
Esta es
una novela coral con 18 narradores distintos cada uno con su voz propia. En distintos
lugares. En distintos momentos. Y todos ellos cuentan su parte: lo que han
visto, lo que han sentido, lo que han olido, lo que han amado, lo que han
temido, lo que han deseado y con lo que se han conformado, contribuyendo con
ello a completar la visión de conjunto.
En esta
historia hablan los corzos, los osos y los perros; hablan las nubes, los vivos
y los muertos; hablan las brujas y las mujeres de agua; hablan las setas, la
frontera y la montaña.
Hablan
todos.
Y a
través de sus voces descubrimos que la muerte es parte de la vida y que los muertos
entretejen sus caminos con los vivos.
También
descubrimos a Domènec, a Sió, y a Hilari, a Mia, a Jaume y a Oriol, a Neus y a Cristina… Cuyas vidas están conectadas
por esa montaña.
En algún
sitio he leído que esta novela es como si el espíritu de El bosque animado se hubiera trasladado al Pirineo catalán, y no
podría estar más de acuerdo.
Bellísimo.
SLHLT