miércoles, 27 de mayo de 2020

Las vencedoras

Solene es una abogada de éxito. Tras un juicio que no salió como esperaba, ve cómo su cliente se tira por la ventana del Palacio de Justicia sin que ella pueda hacer nada para remediarlo. Ese hecho, traumático de por sí, hace que Solene colapse y caiga en una profunda depresión.
Poco a poco, con fármacos y terapia, comienza a recuperarse. Y, aunque no sabe qué va a hacer con su vida, tiene claro que no volverá a practicar la abogacía. 
El proceso de curación de una enfermedad mental nunca es lineal y su psiquiatra le propone que dedique parte de su tiempo a realizar algún tipo de voluntariado. ¿Por qué no intentarlo? Siempre puede dejarlo si no se siente cómoda. 
Y así es como Solene descubrirá el Palacio de la Mujer y el universo de vidas invisibles que encierra.
Cien años atrás, otra mujer, Blanche Peyron, será la que levante ese Palacio de la Mujer, sobre las ruinas de un antiguo convento del siglo XVII, y lo acondicione para dar cobijo y refugio a mujeres en riesgo de exclusión social.
Dos historias conectadas por una misma necesidad. Un siglo de por medio y la misma injusticia: que el más miserable entre los pobres, el más abandonado entre los invisibles, el más sufridor entre los dolientes y el más roto entre los quebrados, siempre tiene nombre de mujer.
Esta es una historia de amistad, sororidad y supervivencia. Entre las paredes del Palacio de la Mujer, además de heridas abiertas y cicatrices, también hay gominolas chupadas, tazas de té, poemas de amor, patucos de lana, clases de zumba, cartas a Isabel II… Y esperanza.
<<Bienaventurados los agrietados porque dejarán pasar la luz.>>
Me ha encantado descubrir la figura de Blanche Peyron, una de tantas mujeres extraordinarias olvidadas por la historia, y su legado.
Conocí a Laetitia Colombani con La trenza y Las vencedoras me confirma que voy a leer todo lo que escriba. 
¡No os la perdáis!
Es simplemente maravillosa.
SLHLT

miércoles, 20 de mayo de 2020

Tierra

Treinta años atrás.
Dos niños viajan en la parte trasera de un coche. Llevan sendas llaves colgadas al cuello. No hablan apenas. El conductor está nervioso. Llegan a una cabaña en medio del bosque, enciende el fuego y el hombre les explica las normas del juego. Si llegan hasta el final él cumplirá sus mayores deseos, pero han de pensarlos bien: tienen que ser deseos para toda la vida, y no se los pueden contar a nadie. El niño elige rápido y se lo dice al oído. La niña tarda. Desconfía. Sabe que aquel hombre siempre cumple lo que promete, pero está enfadada con él y va a pedirle algo que sea incapaz de realizar.
Tras comprobar que la cámara está grabándolo todo, cierra la cabaña con llave y se va. Empieza el juego.
Ese mismo hombre ahora parece un viejo. La enfermedad hace que su cuerpo se encorve y que se le haga complicado mantenerse de pie ante el abarrotado auditorio que ha venido a escucharlo. La expectación es máxima. Es su despedida… Pero no la que ellos esperan.
Es el hombre más rico del mundo y ha amasado su inmensa fortuna gracias a la televisión. Es el creador de la nueva falsa realidad. La que los televidentes prefieren a sus propias vidas. Donde todo es mentira. Ha llevado los concursos de la tele y los “reality shows” a su máxima expresión. Su mayor éxito, a escala planetaria, consistió en conseguir que cientos de miles de personas se presentaran al casting para establecer la primera colonia humana en Marte. Las vidas de los ocho elegidos, cuatro hombres y cuatro mujeres, fue conocida y analizada por la humanidad entera…
Aquellos niños de la cabaña ahora son adultos. Y tras la muerte de su padre, el magnate televisivo multimillonario, recibirán unos extraños regalos que les llevarán a retomar el juego donde lo dejaron treinta años atrás, si quieren descubrir la verdad.
<<El problema de la verdad es encontrarla y no saber qué hacer con ella>>.
Así comienza Tierra, de Eloy moreno.
Lo mejor de este libro es llegar a él sabiendo lo menos posible. Se lee con la avidez de un thriller y se queda en tu cabeza mucho más tiempo. Te hace reflexionar sobre el mundo en el que vivimos y sobre la propia esencia de la humanidad.
Me ha gustado muchísimo y creo que sería una lectura a la que se le podría sacar mucho partido en los institutos.
Recomendadísima.
SLHLT

miércoles, 13 de mayo de 2020

Malasangre

Caracas, 1920.

Diana tiene 14 años y es la hija de una familia acomodada. Su madre, una beata de buena familia, proporcionó buen nombre a la fortuna de su padre, un prestamista salido de la nada, quien “se ganó” a su esposa en una apuesta.
Diana va a la escuela y quiere estudiar para maestra, no por vocación, sino para ser independiente, escapar del yugo familiar y poder leer todo aquello que se le antoje.
La relación con su madre es fría, pero a su padre, ausente casi siempre, lo adora. Y ella tiene un secreto que la atormenta y que no entiende muy bien: la visión de la sangre le causa una atracción inexplicable.
Una tarde, mientras espía la conversación entre su madre y Héctor, un viejo amigo que ha venido de visita, a este se le resbala una jarra entre las manos y le hace un corte en el brazo. Diana aún no sabe muy bien lo que pasó. Fue como si la oscuridad de una tormenta repentina le nublara la razón. Se abalanzó sobre él y lo siguiente que recuerda fue su boca llena de sangre, a su criada Teresa llevándosela a la cocina y a Héctor con el brazo amoratado.
Este es el punto de partida de Malasangre, en el que Diana va a descubrir el origen de su hematofagia y va a tratar de averiguar qué hacer con ella. También, y muy a su pesar, descubrirá que el ser humano comete pecados mucho peores que la sed de sangre.
Esta novela peculiar, a medio camino entre lo histórico y lo gótico, tiene un punto transgresor y feminista muy interesante. Lo que más me ha gustado ha sido Modesto y la evolución del personaje de Diana.
SLHLT

sábado, 9 de mayo de 2020

Cometierra

-         Los muertos no ranchan donde los vivos. Tenés que entender.
-         No me importa. Mamá se guarda acá, en mi casa, en la tierra.
-         Aflojá de una vez. Todos te esperan.
-         Si no me escuchan, trago tierra.

Cometierra, le dicen. 
Tiene un don. Desde pequeña. Desde que asesinaron a golpes a su madre, es capaz de ver dónde están aquellos que han desaparecido, vivos o muertos, tragando la tierra que sus pies pisaban.
Cierra los ojos, se mete un puñado de tierra en la boca y empieza a ver.
<<Acaricié la tierra que me daba ojos nuevos, visiones que solo veía yo. Sabía cuánto duele el aviso de los cuerpos robados. Acaricié la tierra, cerré el puño y levanté en mi mano la llave que abría la puerta por la que se habían ido María y tantas chicas, ellas sí hijas queridas de la carne de otra mujer. Levanté la tierra, tragué, tragué más, tragué mucho para que nacieran los ojos nuevos y pudiera ver>>.
Desde el día del entierro, su tía, a regañadientes, se hace cargo de ella y de Walter. Y no le deja que coma tierra.
Pero su maestra desaparece. Pasan los días y no vuelve. Ella aún es muy pequeña. No sabe si funcionará… Durante el recreo va al último sitio en el patio donde la recuerda, y traga la tierra que sus pies pisaron.
Siempre hay ojos que observan. Y la mandan a Dirección. Ella lleva entre sus manitas un dibujo de su maestra en el lugar donde encontrarán sus restos.
Su tía no lo aguanta más y los abandona a su suerte.
Este es el comienzo de una historia maravillosa y desgarradora a partes iguales, donde nuestra protagonista ha de descubrir cómo seguir viviendo y decidir qué hacer con el don que le ha tocado en suerte… O en desgracia.
No quiero contar mucho más. Pero me ha encantado y emocionado a partes iguales.
Seguro que a vosotros también.
SLHLT

martes, 5 de mayo de 2020

Mary Ventura y el noveno reino

Mary, una mujer joven enfundada en un abrigo rojo, espera en la estación. Sus padres la acompañan. Tiene que darse prisa, le apremian. “Los trenes no esperan”. Tiene un momento de duda. ¡Ya cogerá otro tren! Quizás más tarde. Pero su madre le insiste, casi empujándola al penúltimo vagón, mientras su padre le lleva la maleta.

Una vez dentro, el viaje comienza. No está tan mal. El tren está lleno. Los asientos son cómodos. En el vagón de fumadores los hombres se entretienen con las cartas. En el vagón comedor le ponen una cereza a los refrescos de jengibre. Hay niños en el suelo jugando y peleando por un soldadito de plomo. Un bebé llora…
El mundo en movimiento al otro lado del cristal resulta inquietante. A veces hostil. Casi feroz.
Una mujer sonriente se sienta a su lado. Saca la labor de punto de su bolsa: está tejiendo un vestido verde. El revisor la conoce. Hablan. Se ríen. Comparten chocolate. Es la única en el vagón que ha hecho varias veces ese trayecto, pero para Mary será la única: no hay billete de vuelta desde el noveno reino.
Con veinte años Sylvia Plath escribe este relato, lo manda a la revista Mademoiselle y esta lo rechaza.
Aún es una estudiante del Smith College. Aún no es la escritora de culto y talento. Aún no es un mito. Y aún no ha intentado suicidarse por primera vez…
Este relato puede tener múltiples lecturas. A mí me gusta pensar que Mary lucha contra lo que no ha elegido, contra lo que le han impuesto, contra lo que otros decidieron que iba a ser su vida. Y en el tren, al hablar con su compañera de vagón, abre los ojos a la realidad que hasta hace un instante no se cuestionaba y, con un poco de ayuda, se abre paso hacia lo desconocido, aunque asuste, porque será la primera de muchas decisiones que tome por sí misma en el camino.
Me ha gustado mucho.
Y las ilustraciones de Mònica Bonet le vienen como anillo al dedo.
SLHLT