martes, 5 de mayo de 2020

Mary Ventura y el noveno reino

Mary, una mujer joven enfundada en un abrigo rojo, espera en la estación. Sus padres la acompañan. Tiene que darse prisa, le apremian. “Los trenes no esperan”. Tiene un momento de duda. ¡Ya cogerá otro tren! Quizás más tarde. Pero su madre le insiste, casi empujándola al penúltimo vagón, mientras su padre le lleva la maleta.

Una vez dentro, el viaje comienza. No está tan mal. El tren está lleno. Los asientos son cómodos. En el vagón de fumadores los hombres se entretienen con las cartas. En el vagón comedor le ponen una cereza a los refrescos de jengibre. Hay niños en el suelo jugando y peleando por un soldadito de plomo. Un bebé llora…
El mundo en movimiento al otro lado del cristal resulta inquietante. A veces hostil. Casi feroz.
Una mujer sonriente se sienta a su lado. Saca la labor de punto de su bolsa: está tejiendo un vestido verde. El revisor la conoce. Hablan. Se ríen. Comparten chocolate. Es la única en el vagón que ha hecho varias veces ese trayecto, pero para Mary será la única: no hay billete de vuelta desde el noveno reino.
Con veinte años Sylvia Plath escribe este relato, lo manda a la revista Mademoiselle y esta lo rechaza.
Aún es una estudiante del Smith College. Aún no es la escritora de culto y talento. Aún no es un mito. Y aún no ha intentado suicidarse por primera vez…
Este relato puede tener múltiples lecturas. A mí me gusta pensar que Mary lucha contra lo que no ha elegido, contra lo que le han impuesto, contra lo que otros decidieron que iba a ser su vida. Y en el tren, al hablar con su compañera de vagón, abre los ojos a la realidad que hasta hace un instante no se cuestionaba y, con un poco de ayuda, se abre paso hacia lo desconocido, aunque asuste, porque será la primera de muchas decisiones que tome por sí misma en el camino.
Me ha gustado mucho.
Y las ilustraciones de Mònica Bonet le vienen como anillo al dedo.
SLHLT

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