<< Cayó
de bruces y se golpeó la panza hinchada. No había visto la piedra. La carne del
conejo se desparramó en la nieve, salpicándola de manchitas carmesí. La joven
se arrastró hasta la cueva. Algo se había reventado en su interior y se le escapaba
entre las piernas. Aulló su dolor: los murciélagos pasaron en tropel por encima
de su cabeza. Había empezado a hincharse hacía varias lunas después de unas
fiestas a las que invitaron a los hombres de otro clan. No sabía quién la había
preñado y tampoco importaba. Lo que importaba era ser hábil para cazar y ágil
para correr, y se conocía que las hembras que cargaban bulto eran más lentas y
se quedaban rezagadas, por lo cual debían permanecer en el asentamiento hasta
que llegara el momento de parir.
El dolor
la tiró de espaldas. Trató de recordar qué hacían las mujeres en esas
circunstancias. Con los ojos de la mente vio a su madre de cuclillas,
expulsando en el suelo crías flacas y azuladas que invariablemente morían a los
pocos días. Solo ella y su hermana habían sobrevivido y eran fuertes y tenían
destreza para seguir agarradas a la vida. Se puso de cuclillas y sintió de
inmediato el impulso de pujar. No debió haberse alejado del asentamiento
estando hinchada, pero le aburría quedarse con las viejas mientras las hembras
jóvenes iban en grupo tras el rastro de los bisontes >>:
Así comienza
“La cueva”, el primero de los relatos de este libro, donde la propia
cueva, como escenario y observadora pasiva, nos va llevando por las distintas eras
de la Humanidad. Este, junto con “Ustedes brillan en lo oscuro”,
basado en el accidente radiológico de Goiânia y que cierra el libro, han sido
mis preferidos.
Es muy complicado explicar la atmósfera que rodea las historias de este libro. En ellas la autora mezcla distopía y realidad, magia y crudeza, leyenda y humanidad… Tenéis que leerlas para sentir su verdadera dimensión.
Liliana Colanzi es una escritora diferente y a mí me ha convencido y me ha gustado muchísimo.