Ángels. 43 años. 40% de discapacidad. 189€ de
pensión. Vive pegada a un móvil. Está escribiendo, a través de un grupo de Whatsapp, un libro de memorias mediante la
técnica de “Lectura fácil”. Es la
menos discapacitada de las cuatro. Es la que las sacó a todas del CRUDI nuevo y las trajo a Barcelona.
Gracias a ella han conseguido vivir juntas en un piso tutelado por la Generalitat.
Patricia. 33 años. 52% de discapacidad. 324€ de
pensión del Estado. Trabaja como reponedora en el Mercadona en el marco de una experiencia piloto de integración
laboral. Habla sin parar y no ve tres en un burro. Es la que se maquilla y la
que menos tetas tiene de las cuatro. También es la segunda menos discapacitada.
Marga. 37 años. 66% de discapacidad. 438€. Es la
más callada de todas. Dice la psiquiatra que además de discapacitada está
deprimida por descubrir que es retrasada mental y que las tres mujeres con las
que vive también lo son. Ha encontrado consuelo en la masturbación compulsiva y
en salir y follarse a quien le apetece cuando le apetece. En la oficina de okupación se hace llamar Gari
Garay. La han incapacitado judicialmente. Y ahora también la quieren
esterilizar. Su caso está manos de la jueza Guadalupe
Pinto.
Nati. 32 años. 70% de discapacidad. 1.118€.
Sacaba buenas notas en el colegio. Fue al Conservatorio
de Danza y a la Universidad. Leía
muchos libros. Sufrió un accidente laboral y desde entonces sufre el Síndrome de las Compuertas. Es la más
discapacitada de las cuatro. Fue bailarina. Y es la que se mueve con más
gracia. Pero también es la más guerrera. La más políticamente incorrecta. La
que no tiene pelos en la lengua.
Y esta es su historia. Contada por ellas mismas.
A través de declaraciones judiciales, actas de la oficina de
okupación, memorias por Whatsapp, narraciones en los grupos de Autogestores y
fanzines, Àngels, Patri, Marga y Nati nos cuentan su historia. Como ellas la
ven. Cómo la sienten. Y nos permiten mirar. Y sentir. Con ellas. A través de sus
ojos. De su sexo. De su piel…
¿Quién decide qué es normal? ¿Quién se atreve a medirlo, a pesarlo
a calibrarlo? ¿Cuál es el baremo? ¿Dónde está la línea que separa la normalidad
de lo que no lo es? ¿Alguien les ha preguntado si quieren ser tutelados por el
Estado o la Comunidad Autónoma de turno? ¿Si quieren la pensión que se les da? ¿O
si prefieren recharzarlo y ser libres? Libres para equivocarse, para decidir si
hoy se duchan, con quien quieren follar, dónde vivir y trabajar. ¿Los estamos
protegiendo o los estamos infantilizando? ¿Dónde está el límite?
Este
libro es brutal.
Transgresor.
Valiente. Distinto. Original. Feminista y salvaje.
No es
para todos los lectores.
Puedo
no gustaros, no ser fácil de leer ni de digerir y no ser amable.
Pero no
os dejará indiferentes.
A mí me
ha impactado.
Me ha
dolido por dentro.
Y me ha
hecho plantearme cosas en las que nunca antes había pensado, o por lo menos no
así. No desde este punto de vista.
Deseo
con todas mis fuerzas que lo leáis.
Despacio.
Pensando.
Poniéndose
en la piel de quien te habla.
SLHLT
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