martes, 28 de abril de 2020

Invencible

<< A sus ochenta y cinco años, mi abuelo Napoleón decidió que tenía que renovarse. Arrastró a mi abuela Josephine hasta los tribunales. Como ella nunca le había negado nada, se dejó llevar.
Se divorciaron el primer día de otoño.
-     Quiero rehacer mi vida – le dijo al juez encargado del caso.
-     Está en su derecho – respondió este.>>
Leonard o Coco, como lo llama su abuelo, recuerda con un enorme cariño las últimas aventuras vividas al lado de su abuelo Napoleón: su emperador, su confidente, su aliado… Su gran amigo.
El emperador, en su juventud en américa, fue boxeador, pero lo dejó después de perder contra su admirado amigo Rocky, a quien siempre tiene presente. Después se convirtió en taxista, y gracias a eso conoció a Josephine: el gran amor de su vida. Con el padre de Leonard, el pichafloja, siempre está discutiendo. ¡No hay un padre y un hijo que tengan menos en común!
En esta nueva vida decide rebelarse contra el tiempo y pelear con uñas y dientes para seguir viviendo, el tiempo que le queda, a su manera y sin dejar que los cánones establecidos le roben la intimidad, la dignidad y el orgullo. Entre la renovación de su vieja casa, las partidas de bolos, los pulsos, el boxeo, los secretos en esperanto y el Concurso de los Mil Euros pasa sus días. Leonard sabe que cuando el emperador lo va a buscar al colegio, vivirán una gran aventura, además de meterse en un montón de líos.
Pero la cabeza empieza a jugarle malas pasadas y los secretos que lleva guardando toda la vida le pesan cada día más.
Lo que parece ser un acto de locura, egoísmo y desconsideración de un anciano en sus últimos días, acaba siendo un canto a la vida y una lucha sin cuartel por evitar ser arrinconado, no ser tenido en cuenta y, en definitiva, ser olvidado.
Invencible es el homenaje de un nieto a su abuelo: una historia tierna y divertida, llena de maravillosos personajes secundarios, que tanto te arranca una sonrisa como una lágrima. Es uno de eso libros que te emocionan y te reconcilian con el ser humano.
Muy recomendable en estos días de confinamiento. Os encantará.

SLHLT

jueves, 23 de abril de 2020

Los libros de mi vida

Hace dos años tuve la suerte de trabajar con Raquel Friera. Mi amiga me contaba, en días como estos pero con mucho más calor de aula, que para el Día del Libro iba a hacer con sus grupos un cronomapa literario. Esto consistía en que cada uno de los chicos crearía una especie de estación. En ella, sobre una hoja de papel, tendrían que colgar o pegar dibujos, textos, fotos, o cualquier otra cosa que los representara literariamente. Y así, cada estación contendría en esas cinco imágenes o textos, los gustos e influencias de cada uno de ellos.
Pero ahí no acababa la cosa. Una vez colocado en la pared, desde una estación a otra, lanzarían hilos con los referentes literarios que conectaban a toda la clase. De esa manera verían qué los unía y se animarían a leer lo que le gustaba a los demás. Tras una puesta en común grupal, una foto de familia final dejaría para la posteridad testimonio de quiénes eran y qué leían en 2018.
Como siempre, mi amiga había reservado un hueco para mi estación en 3ºC, mi tutoría.
Raquel siempre habla con emoción de lo que hace y da gusto escucharla. Por eso, cuando llegué a casa, me puse a preparar mi estación. 
Yo soy profe de Tecnología y esas semanas había enseñado a mis chicos de 3º a hacer infografías. Así que: ¿por qué no hacer una? En cuanto la tuve lista se la mandé a Raquel. Y como le gustó, decidimos convertirlo en  un proyecto interdisciplinar.
¿Qué ocurrió? Que, como tantas veces nos pasa a los profes, la burocracia, las reuniones, la temporalización, el temario… Hicieron que este proyecto no se pudiera llevar a cabo. Pero yo aún conservo mi estación, que es lo que quiero compartir con vosotros en este 23 de abril confinado.
Seguramente, en otro momento y para otro público, los libros elegidos serían diferentes, pero estos son parte imprescindible de mi vida. Recuerdo cómo me marcaron y lo que sentí al leerlos. Decía Heráclito que el hombre no puede bañarse dos veces en el mismo río, y yo digo, que tampoco vuelves a ser la misma persona después de haber leído algunos libros. Mi estación está llena de esos libros.

Leí Momo en la infancia, cuando iba al colegio. Para una niña como yo, la valentía de Momo y sus amigos frente a los hombres grises y el inexorable robo del tiempo, fue una verdadera revelación. En cada releer le encontraba nuevos significados, y muchos años después Beppo, el barrendero sigue susurrándome al oído: "Paso, inspiración, barrida".
No sé la de veces que mi prima y yo leímos Lo que el viento se llevó. Recuerdo que era una edición barata en dos tomos, de esas que se coleccionaban con los periódicos, y que mientras una estaba con uno de ellos la otra estaba con el otro. Margaret Mirchell fue una escritora maravillosa, adelantada en su tiempo, que puso en valor la lucha y el esfuerzo de las mujeres en un mundo que se reconstruía y cambiaba para siempre. Y la verdadera historia de amor que habita entre sus páginas no es la de Escarlata y Ashley (un hombre que nunca estuvo a su altura) o la de Escarlata y Rhet (con quien habría podido ser feliz), sino la de Escarlata y Melania: dos mujeres que, a pesar de sus diferencias (más de forma que de fondo), encontraron en el apoyo mutuo la fuerza necesaria para poder sobrevivir al peor de los momentos.
Y, como curiosidad, nuestra preciosa perrita, Tara, debe su nombre a la tierra roja que tanto amaba Escarlata O'Hara.

Matar a un ruiseñor me descubrió a a Atticus Finch: el padre que yo habría querido tener. Valiente, bueno, justo, consecuente... Dejaba que Scout fuese como ella quisiera y la quería y cuidaba igualmente.
<<Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence>>.
Márquez llegué con 16 años y el mundo dejó de ser el mismo. Quizás también la adolescencia y la intensidad asociada a ella ayudaron, no lo niego, pero ya no me valían las cosas descafeinadas ni superficiales En mi fuero interno yo quería saborear y ser saboreada, oler y ser olida, tocar y ser tocada. ¡¡¡Quería vivir y dejar huella!! 
A la Pardo Bazán la descubrí más tarde, en la veintena, en uno de los peores momentos de mi vida. Su narración preclara y la descripción cruda y sin eufemismos de la realidad y la debilidad humanas, me golpearon de frente. Desde ese momento no he podido dejar de admirarla. Y, cuanto más la conozco, más grande se hace a mis ojos. Es uno de esos casos en los que ella, Emilia, la persona, es mucho más que su obra, aun siendo esta sublime, maravillosa y descomunal.
Los habituales del blog sabéis que no soy muy dada a las confidencias, pero hoy me he vuelto loca. Será el confinamiento.
¡Feliz Día del Libro! 
¡Leed siempre!
SLHLT

martes, 21 de abril de 2020

7-7-2007

Diez días llevan Rocco y Loba viviendo en el piso de via Croix de Ville, cuando se despiertan sobresaltados con el retumbar de Judas Priest a todo volumen proveniente de la casa de al lado. Y la mañana no mejora al llegar a la comisaría: Costa y el juez Baldi lo están esperando. Quieren una explicación. Quieren saber el porqué del estancamiento del caso que ha hecho que Rocco tuviera que dejar su casa: el asesinato de Adele, la mujer de su amigo Sebastiano. Está claro que iban a por Rocco. Está claro que fue un daño colateral. Está claro que era una venganza. Y también está claro que el subjefe sabe quién es el asesino.
La primera reacción de Schiavone es tratar de escaquearse, pero no lo consigue. Le aclaran que saben quién es, lo han sabido siempre, quienes son sus amigos, el origen de sus finanzas y muchas otras cosas más. También le dejan claro que Aosta es su clavo ardiendo. No hay nada más después. Si no colabora, será el fin de su carrera.
Es así como Rocco les relata lo acontecido en Roma, seis años atrás, y que tuvo como fatal consecuencia la muerte de su mujer, Marina.
Ya sabéis que me gusta mucho este subjefe amargado y cabreado con el mundo, que gradúa todo aquello que no le gusta en “tocadas de cojones” de distinta categorías, que identifica a la gente que va conociendo con especies animales variopintas, que se fuma porros en el despacho y que entiende la justicia a su manera. Por ello, esta es ya quinta reseña de la saga  Schiavone, que os traigo al blog.
Me ha gustado mucho conocer la historia de Rocco antes de su exilio forzado a Aosta; a Marina en cuerpo y alma, y no solo en su imaginación; al Rocco romano antes de la tragedia y en su hábitat natural y la relación con sus amigos delincuentes. A medida que pasas las páginas el personaje se completa, se cubre de capas, adquiere profundidad y se vuelve más humano, más real. Y creo que este capítulo de la historia le servirá de catarsis para intentar perdonarse y volver a empezar…
Antonio Manzini se está haciendo un experto en escribir historias durísimas de forma amena y atractiva, dejando los hilos justos sin atar para continuar la saga, e insertando en ellas, toques divertidos, que las hacen aún más interesantes.
Yo no me perderé la siguiente entrega. Y vosotros tampoco deberíais.
SLHLT

martes, 14 de abril de 2020

Los testamentos

Una mujer escribe su historia y la esconde en el interior de un libro en el lugar más inexpugnable de la biblioteca de Casa Ardua.
<<Solo a los muertos les erigen estatuas, pero a mí se me ha concedido ese honor en vida. Ya estoy petrificada.>>
Dos testigos dan testimonio de sus experiencias en Gilead:
369A.
<<Me habéis pedido que os hable de cómo fue para mí crecer en Gilead. Aseguráis que mi testimonio servirá de ayuda, y yo deseo ayudar. Supongo que no esperáis oír más que horrores, pero la realidad es que en Gilead, igual que en todas partes, muchos niños se sentían queridos y apreciados, y que en Gilead, igual que en todas partes, muchos adultos eran personas de buen corazón a pesar de sus errores.>>
Y 369B.
<<Dicen que tendré la cicatriz para siempre, pero estoy casi recuperada, o sea que sí, me siento con fuerzas para que hagamos esto ahora. Me habéis dicho que querríais que os contara cómo me metí en toda esta historia, así que voy a intentarlo, aunque no sé muy bien por dónde empezar…Retrocederé hasta justo antes de mi cumpleaños, o la fecha que antes creía que era la de mi cumpleaños.>>
Han pasado 15 años desde que Defred subiera a aquel furgón.
Tres mujeres cuentan tres historias tejidas entre sí como una trenza. Tres cabos de una misma madeja. Tres vidas conectadas, aunque ni ellas mismas se lo puedan imaginar.
Tía Lidia. Hanna, Agnes, Tía Victoria. Nicole, Daisy, Jade.
Y Gilead como telón de fondo.
Con estos tres testimonios, Margaret Atwood trata de contestar a las miles de preguntas que los lectores de El cuento de la criada le han ido haciendo a lo largo de los últimos 35 años: ¿Qué fue de Defred? ¿Cómo cayó Gilead? ¿Quién era en realidad Tía Lidia? ¿Sabría algún día “pequeña Nicole” quién fue su madre? ¿Y Hanna? ¿Conseguirían sacarla de allí?
Nada es tan simple. Nadie lo es. Todos son muchos dentro de nosotros mismos. Pero, sin querer desvelar más, hay una luz para la esperanza.
Si os gustó Elcuento de la criada, tenéis que leer Los testamentos.


SLHLT

viernes, 10 de abril de 2020

Hindenburg

Razha es una superviviente. Desde siempre. Desde niña. Y ahora más.
La guerra lo ensucia todo.
Vive en Yensen. Una ciudad como otra cualquiera de un país del este de Europa. Todas las ciudades en guerra se parecen. También sus gentes. Seres grises que devuelven miradas animales, que se mimetizan con los edificios y tratan de hacer lo que haga falta para seguir adelante un día más.
La tristeza lo cubre todo como un manto de ceniza.
La violencia también.
Antes de la guerra, Rhaza era química. Ahora limpia en una fábrica de productos farmacéuticos.
<<Enciendo un cigarrillo y dejo Yensen atrás. Echo a andar por la pequeña explanada del aparcamiento y me quedo contemplando el puente de la autopista. Un kilómetro más allá podría tomar el autobús, pero prefiero atajar por el subterráneo a caminar por la autopista. Los camiones militares suelen detenerse allí. Si registraran mi bolso no podría explicarles lo que hay en él. Veinte botes de anabolizantes y una docena de cajas de ansiolíticos. Al principio me repugnaba robar, pero en Yensen todos lo hacen. Es fácil. Nadie en su sano juicio rechazaría la oportunidad de negociar en el mercado negro. He vendido aspirinas. Antibióticos. He vendido betabloqueantes. Hasta líquidos para disecar>>.
Rhaza no ha tenido una vida fácil. Ha vivido cosas que la destruyeron Que la anestesiaron. Que la transformaron. Si la guerra lo destroza todo, ¿qué no hará con alguien que ya está roto?
Pero ella sigue en pie. Contra todo pronóstico. Haciendo lo que sea necesario. Al borde del abismo. Abrazando la violencia como a un viejo amigo, pues el dolor le recuerda que está viva. Aunque la realidad se le escape como arena entre los dedos.
Un día más. Y ella sigue allí. Como las rocas, como las cucarachas, como los que no tienen ningún sitio a donde ir… Ni nadie que los espere.
Capítulos cortos que no te dan tregua. Estilo crudo y directo. Mundos encerrados en cada línea, en cada palabra, en cada coma, en cada espacio… Cristina Cerrada escribe como si fuera fácil.
Si con Europa descubrí que era una narradora diferente y extraordinaria, Hindenburg me lo confirma. Pocos escritores son capaces de transmitir tanto en tan pocas páginas.
Y está aquí para quedarse.
Qué suerte la nuestra.
SLHLT

martes, 7 de abril de 2020

Elena sabe

La hija de Elena ha muerto. Dicen que se ha suicidado. Dicen que apareció colgada del campanario de la iglesia. Pero Elena sabe que eso no es posible. Su hija tenía mucho miedo de las tormentas. Y ese día llovía. Nunca se habría acercado a la iglesia un día de lluvia. Y mucho menos habría subido al campanario. Algo le pasó. Algo le hicieron. Ya se lo dijo a la policía. Pero parece que el caso está cerrado. Aunque la atienden, es más por respeto a su edad, o por simple pena, que porque vayan a hacer algo al respecto.
Solo le queda un recurso. Ha de ir a visitar a alguien a la ciudad. Alguien que le va a confirmar sus sospechas. Ella sabe que tiene razón, que su hija no se pudo matar, que quería vivir, pero necesita una confirmación.
Aunque le cueste trabajo, aunque su cuerpo no le obedezca, aunque casi no le quede dinero, ha de ir a ver a una mujer. Una mujer a la que solo vio una vez en su vida. Ella tiene la respuesta.
Lo que en principio podría parecer una historia con un misterio por desvelar, en realidad es otra cosa: es la crónica de una enfermedad. Las páginas pasan, las palabras corren y Elena deja de ser la protagonista. El párkinson le roba su papel, de la misma manera que le está robando la vida. Y la historia avanza, como Elena hacia su interlocutora, como la enfermedad convierte el cuerpo en roca, hacia el final que ella busca… Hacia el final que ella anhela.
Solo alguien que ha vivido esta enfermedad de cerca podría haber escrito un libro como este. Hay muchas Elenas con otros nombres. A mí me hizo revivir a la mía y por eso esta lectura me ha dolido tanto.
A pesar del dolor, me ha gustado. La autora me ha engatusado, me ha llevado por donde ella ha querido, como una prestidigitadora que conoce su oficio, y hasta que llegué al final no entendí que aquello que me estaba enseñando, era el reloj que yo sentía marcar el pulso en mi muñeca.
Leer a Claudia Piñeiro siempre es un acierto.
SLHLT