Hubo un tiempo en el que podía llevar pantalones vaqueros,
bañarme en la playa en biquini y comer helados. Hubo un tiempo en que
trabajaba, ganaba mi propio dinero y me compraba cosas. Hubo un tiempo en el
que pude estudiar y leer, escuchar música y bailar. Hubo un tiempo en el que
tenía amigas, discutía con mi madre, vivía con Luke y tenía una hija. Pero
parece que ese tiempo nunca existió. Parece que nadie se acuerda. Nadie habla
de ello. Y la próxima generación pensará que siempre se ha vivido así.
Hubo un tiempo en que la República de Gilead fue una parte de
Estados Unidos. Fueron tiempos convulsos, donde hubo atentados, asesinatos y
accidentes en centrales nucleares, donde se desató la guerra y se derrocó al
gobierno. En ese tiempo se redujeron nuestros derechos y libertades para
protegernos del enemigo exterior e interior que quería acabar con nosotros y
con nuestra fe. Primero nos quitaron el dinero y el acceso a nuestras cuentas.
Sólo las podían manejar nuestros maridos, después nos quitaron el trabajo. Más
tarde persiguieron a los infieles… Después todos fuimos sospechosos. Tratamos
de escapar. Y me quitaron a mi hija.
Las esposas de los
Comandantes de la Fe visten de azul. Las
tías, de marrón, nos enseñan en el Centro Rojo cómo debemos comportarnos
en cada momento. Las marthas, de
verde, se ocupan de la casa y de la comida. También hay viudas, aunque cada vez menos, y van de negro. Las mujeres de los
hombres pobres, van con túnicas a rayas. Las no-mujeres fueron desterradas a
limpiar residuos nucleares a las colonias.
Nosotras, las criadas, vestimos túnicas rojas de amplias mangas
y una cofia blanca que apenas nos deja mirar a los lados. No podemos
hablar con nadie. Ya no somos dueñas ni de nuestro cuerpo. Somos las encargadas
de perpetuar la especie en un mundo con graves problemas de fertilidad. Sólo
algunos comandantes pueden permitirse tener una criada. Si no me quedo
embarazada pronto me mandarán a otra casa. Ya no recuerdo mi nombre. Me llaman
Defred, pues Fred es el nombre de mi comandante. Antes de mí, hubo otra Defred.
Algo le pasó. Aquí. En esta habitación. Dejó un mensaje grabado en la madera: “Nolite te bastardes carborundorum”. Aún
no sé lo que significa, pero lo repito como un mantra. Hay otra palabra que he
empezado a escuchar entre susurros y que ha despertado en mí la esperanza: Mayday
Margaret Atwood es una
gran escritora. El cuento de la criada se publicó en 1985 y es una novela
distópica que describe una sociedad totalitaria basada, a simple vista en la
protección de la fe verdadera, pero que como todos los totalitarismos,
realmente se basa en el sometimiento de una parte de la sociedad, para que una
pequeña casta de privilegiados, vivan con todas las comodidades. Además, tiene
un claro mensaje feminista: reivindica los derechos de las mujeres mediante un
efecto de choque, al mostrar al lector un mundo en el que solo tienen valor por
traer hijos al mundo.
Es una gran novela, pero no es fácil de leer. Al principio no te
enteras muy bien de qué está pasando, ni de cuándo ni dónde tiene lugar. Pero
lo vas descubriendo poco a poco. Y eso aún te asusta más. Porque el escenario
es conocido y porque podría llegar a ser posible pues muchos elementos de esta
historia ya están ocurriendo.
El cuento de la criada está escrito con
maestría y te obliga a reflexionar sobre el mundo en el que vivimos y hacia
dónde nos dirigimos. Me ha gustado mucho, pero me ha resultado muy dura y he
tardado semanas en digerirla del todo.
SLHLT
Me apetecía dejar los clásicos españoles a un lado y la empecé anoche. He leído la mitad casi del tirón. Me gusta cómo está escrita pero estoy con muy mal cuerpo. Muy dura. Y asusta
ResponderEliminar¡¡Asusta mucho!! Y hace pensar.
EliminarMe alegro de que te esté gustando.