miércoles, 27 de marzo de 2019

Las vidas que dibujamos

Dice la contraportada:
Un libro lleno de seres humanos que piensan sienten, dudan y aman como lo haces tú.”
Y eso es exactamente lo que es.
Entre estas dos tapas duras de 16x16 cm y con una ilustración, al más puro estilo de 72kilos, dándonos la bienvenida, se encuentran guardadas un montón de historias maravillosas, de las que te hacen pensar en alguien con una sonrisa en los labios, esperando a ser compartidas.
Sigo a @72kilos (ahora sé que se llama Óscar Alonso) desde hace tiempo en varias redes sociales y cuando supe que iba a publicar un libro no dudé ni un momento de que una de sus copias sería para mí.
Sus viñetas son calor para el alma. Y con un estilo personal y reconocible, comparten ideas, pensamientos y sensaciones solo sencillas en apariencia, pero siempre maravillosas.
Con En la cocina con Kafka abrí la veda de reseñas de libros de viñetas y me temo que esta no será la última.
¡¡Disfrutadlas!!

SLHLT


jueves, 21 de marzo de 2019

De poesía y cebolla

Si algo te eriza el vello de la nuca y te hace latir el corazón más fuerte; si notas un nudo en la garganta y te falta el aire; si sientes que habitas otro cuerpo y ves el mundo con ojos diferentes; si notas una piel distinta calentándote los huesos y pierdes pie porque la realidad se aleja; si el estómago te hace ascos ante la crudeza de un recuerdo y la bilis te amarga las heridas…
Estoy por apostar que estás leyendo poesía.
Porque eso es lo que hace. Al menos eso es lo que me hace a mí la poesía. Pero corrígeme si me equivoco, pues mi ignorancia es grande en este tema y solo puedo hablar desde las tripas.
Si no estuvieras leyendo… ¡Corre al médico!

Para celebrar el Día Mundial de la Poesía, quisiera compartir con vosotros la nana que Miguel Hernández escribió desde la cárcel a su hijo Manuel Miguel, tras recibir carta de Josefina haciéndole saber que solo tenían para comer cebolla y pan.

SLHLT


miércoles, 13 de marzo de 2019

La primera mano que sostuvo la mía

Lexie tiene 21 años y la acaban de expulsar de la universidad. Son los años cincuenta y su pecado fue cruzar una puerta de uso exclusivo para hombres. Le piden que se disculpe para permitirle licenciarse, pero ella se niega. Quiere irse de allí, lejos de la universidad, de su casa y de sus padres. Tiene un poco de dinero ahorrado y un plan: cualquier día de estos se marchará a Londres y buscará trabajo como mecanógrafa. En estas se encuentra cuando observa a un hombre husmeando a través del seto de su jardín. Es Innes Kent y se ha perdido, pero no puede dejar de mirar a esa muchacha.
Cincuenta años después, también en Londres, una pareja acaba de tener un su primer hijo. Son Elina y Ted. Ella es artista y él trabaja en el mundo del cine. Se conocieron casi por casualidad, ella acababa de dejar a su anterior pareja y él le alquilo el ático de su casa… Pero de eso ya hace mucho tiempo. Elina casi se muere en el parto. Algo se torció. Ted no sabe si fue una negligencia o simple mala suerte, pero Eli perdió más de dos litros de sangre y no recuerda nada.
Poco después de llegar a Londres, Innes vuelve a entrar en la vida de Lexie. Es el editor de una revista de arte llamada Elsewhere y, cual Pigmalión, le enseñará los secretos del oficio y de su propia vida.
Mientras Elina se va recuperando poco a poco, Ted comienza a alejarse. Casi no tenía recuerdos de su infancia, pero con la llegada del niño, aún sin nombre, imágenes muy vívidas vienen a su mente: un hombre que le saluda mientras él lo ve alejarse desde la ventana, una mujer en un vestido rojo sobre el que resbala… ¿Quién es esa gente? Nada le cuadra.
Así comienza esta novela maravillosa. Dos historias que aparentemente nada tienen en común, están mucho más conectadas de lo que podríais imaginar. La autora teje esas dos tramas y va perfilando cada una de ellas para que el lector complete el puzle que le presenta.
No voy a descubriros yo que Maggie O’Farrell es una magnífica narradora, que convierte en magia lo cotidiano y sabe cómo transmitir la emoción contenida como nadie. Pero me ha gustado tanto, que necesito que la leáis y sintáis, como yo sentí, la necesidad de volver a notar el tacto y el calor de esa primera mano que sostuvo la mía.
SLHLT

martes, 5 de marzo de 2019

Permafrost

Una mujer sin nombre, nos muestra sin pudor, sin ira y sin tapujos algunos pasajes de su vida. ¿Tal y como fueron o como los recuerda? Da igual. Eso no importa tanto como que esos fueron los momentos que la definieron, la moldearon, y la convirtieron en la persona que es.
El despertar a la sexualidad, el descubrimiento del olor y el tacto de otra mujer, el miedo al compromiso, la lectura y el sexo como refugio de la vida y de la muerte. Una muerte que en ocasiones ansía y con la que coquetea. A la que no teme y que tiene siempre presente como un perfecto plan de huida. La normalidad con la que asume sus diferencias con quienes la rodean, también es un tormento, un contrapunto ya normalizado que le ayuda a apuntalar su coraza de hielo.
Y, al igual que en la creación de las ciudades hay momentos clave, la construcción de una muralla que la haga inexpugnable, invencible y autosuficiente, que la aísle de sus enemigos y de algunas influencia, lo es. Pero con el tiempo, la historia también nos muestra otras fechas, otros hitos, aquellas batallas que abrieron grietas en esa muralla. Poco a poco, a veces. Otras, en cruentas luchas que hacen temblar los más profundos cimientos, hasta dejarla a la merced de cualquiera. Expuesta. Así se pierden imperios, pero también se crece, se cambia y se evoluciona… Y, tal vez, se abra el camino hacia algo parecido a la felicidad.
Se ha descongelado el permafrost.
Esta novela me ha dejado sin aliento. Es cruda y brutal. La prosa salvaje, y en ocasiones casi poética, de Eva Baltasar te inunda el alma. Y aunque no es un libro para todo los públicos, a mí me ha encantado.

Os la recomiendo.
SLHLT