viernes, 21 de abril de 2017

El pan de los años mozos

Walter Fendrich es un veinteañero que ha sido capaz de salir adelante lejos de su pueblo natal y de su padre, maestro, en los difíciles años de la postguerra alemana. Tras probar varios trabajos y no ser especialmente bueno en ninguno, ha conseguido ganarse la vida como reparador de lavadoras y electrodomésticos varios en la gran ciudad. Su vida no ha sido fácil.
Lunes. En un día gris, similar a cualquier otro, transcurre esta historia. Aunque es el día en el que decidirá cambiar de vida, la única diferencia con cualquier otro día es que ha de ir a recoger a la estación a Hedwig Muller, la hija de un antiguo profesor que viene a trabajar a la ciudad. La visión de esa mujer, que en su mente era solamente una niña, hará que se imagine una vida diferente a su lado, una vida en la que quizás pueda ser feliz.
Durante el día que transcurre la historia, el protagonista recuerda...
El hambre y la decepción han sido sus compañeros de viaje…
Y aunque pueda parecer que esta es una historia de amor, sobre todo es una historia de hambre.
“El hambre me enseñaba los precios. La idea del pan fresco se me metía estúpidamente en la cabeza, y a veces, por la noche, rondaba por la ciudad durante horas y sólo pensaba en una cosa: pan. Tenía los ojos ardientes, las rodillas débiles, y sentía que había en mí algo de lobo. Pan. Deseaba el pan como el morfinómano desea la morfina.”
Hambre del pasado. Hambre imposible de saciar. ¡Hambre de pan!
“Cuando estaba en casa, le robé libros a mi padre para comprar pan, libros que él amaba, que había reunido y por los cuales había pasado hambre cuando era estudiante…, libros por los que había pagado el precio de veinte panes y que yo vendía al precio de medio pan. […] pero yo, yo tomaba los libros al azar, los escogía tan solo por su volumen. Mi padre tenía tantos, que yo creí que no se daría cuenta; hasta mucho más tarde no supe que conoce cada uno de sus libros como un pastor conoce su rebaño – y uno de aquellos libros era pequeño y mugriento, era feo, y yo lo vendí por el precio de una caja de cerillas…, y después supe que tenía tanto valor como un vagón de panes. Más tarde mi padre me pidió, y se ruborizó al hacerlo, que le confiase a él la venta de los libros, y el mismo los vendía, me mandaba el dinero y yo compraba pan.”
Es la primera vez que leo un libro de Henrich Böll y, aunque corto, no es un libro fácil.
He de decir que me ha gustado mucho su manera de escribir: la descripción de los escenarios, la angustia latente, la falsa simplicidad de los personajes, la capacidad de hacerte sentir el frío en la piel, la desesperación y el estómago vacío.
SLHLT

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