Cae la noche. Y cinco niñas juegan a las prendas en el internado
de monjas donde han de pasar el verano. Algunas están allí porque sus padres tienen
mucho trabajo, otras son huérfanas y esperan a que algún tío las invite a pasar
con él un par de semanas, la madre de alguna tiene un nuevo marido y pronto se
irán todos juntos, otras no tienen nada más que esas cuatro paredes y la
caridad de las monjas, que pagan con creces haciendo de sirvientas de las niñas
ricas.
Olga organiza el juego sin arriesgarse y disfruta con ello. Al
día siguiente se marchará de allí con su hermana. Hoy el reto será más
arriesgado que otras veces…Cada una de ellas deja una prenda. Olga les enseña una
pequeña tijera de costura. Si quieren recuperar su prenda han de bajar en
silencio las escaleras, ir al cuartucho donde duerme el tonto Vicente y
cortarle un mechón de pelo. Todo ello en solo seis minutos. Ni un segundo más.
Nina es la primera… ¡Lo consigue! Luego va Lolita, pero no se
atreve. Marta es la siguiente y vuelve cuando ya casi no quedan segundos en la
cuenta atrás. La última es Julia… El tiempo se acaba. No se oye nada. Julia no
ha vuelto. El tiempo sigue pasando. Se oyen gritos. Las chicas tienen miedo y
se esconden bajo las sábanas. Las monjas corren de aquí para allá. Más voces… Olga
tira la prenda de Julia por la escalera. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Julia?
Nunca la volverán a ver en el internado.
Y treinta y un años pasan. ¡Toda una vida! España es otra: está
a punto de aprobarse la ley del divorcio. Olga organiza una cena para reencontrarse
y ponerse al día. ¿Qué habrá sido de ellas? ¿Acudirán a la cita? Habrá sorpresas.
Habrá silencios. Y mentiras. Y renuncias. Y objetos que desvelarán secretos.
Después de este inicio más que potente, la novela se organiza en
bloques para contarnos qué fue de Olga “la gorda”, Nina “la quiromántica”, Marta
“la escritora”, Lolita “la soñadora” y Julia “la huérfana”. En cada uno de
ellos se reflejan, no solo los capítulos de sus vidas, sino también la historia
de una generación de mujeres que tuvieron que renunciar a ser ellas mismas y a
sus sueños, pues es lo que de ellas se esperaba. Unas vidas más bien anodinas,
a excepción de la de Julia, que luchó más que el resto, aun teniéndolo más
difícil, que esconden la frustración disfrazándola de estatus, éxito, espera o
superficialidad.
Lo que más me ha gustado de esta novela es la historia de Julia.
Y me ha resultado muy interesante que la autora dé protagonismo y significado a
pequeños objetos cotidianos alrededor de los cuales discurre la trama: unas
tijeras, unas bragas, un teléfono, un paraguas…
Pero también me ha decepcionado. Quizás esperaba más por lo
mucho que había oído hablar de ella en blogs y redes sociales, o porque le
hubieran dado el premio Nadal. No lo sé. Pero aunque es una lectura fácil y
entretenida, ni el estilo ni la narración han estado a la altura de mis
expectativas, y no me la he acabado de creer: ni las historias, ni las
casualidades, ni los actos de perdón sublimes…
Ya me daréis vuestra opinión cuando la leáis.
SLHLT
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