Salieron de noche. Tardaron
sólo dos días en atravesar tres fronteras, tres países. Por la noche habían
dormido en casa, papá había regalado las gallinas, vendido la vaca. Amontonaron
los cestos con tomates y pimientos contra la pared del corral. Heda había
recogido sus libros en un hato y lo había camuflado entre la ropa de la maleta,
sin que la madre lo advirtiera. Pamuk fue tumbado en el suelo del coche hasta
la estación.
Esta no es sólo la historia de Heda, de Pamuk, del padre y de la
madre. Es también la historia de una guerra en un país incierto y de lo que le
hace a la gente, del fin de la inocencia, del comienzo del terror. Es la
historia de una huida. Escapar para sobrevivir. Malviviendo, pero vivos. Aunque
a veces, también muertos. Es la historia de un tiempo que ya no es y que parece
imposible que haya existido. Es la historia de una traición, de muchas
traiciones. Del dolor del desarraigo. Del añorar un hogar que ya no existe, una
casa que ya no existía entonces y una vida por vivir antes de que todo acabara.
Es la historia de un renacimiento en un lugar nuevo, lejano, frío, hostil,
diferente… Un lugar, no un hogar.
Piensa que la vida es extraña.
Y perversa. Que tan pronto un muchacho es capaz de traicionar a su padre, de
arrastrar al abismo a su familia, como de enamorarse de una niña que borda
tontos corazones.
La vida, como la escritura, tiene comas, puntos suspensivos, interrogaciones,
exclamaciones y puntos finales. Pero también tiene puntos y aparte. Y hay que
seguir viviendo, pero el párrafo es otro. Porque se rompió. Porque lo
rompieron. Porque los rompieron. Porque la rompieron… Un tren parado en la vía
como punto y aparte. Soldados pidiendo carnets y sacando a las mujeres del
vagón… ¡Ojalá hubiese sido un punto final! Desde entonces la vida ya no se parecería a la vida.
Y Europa, más que continente, metáfora de refugio, de
escapatoria, de cárcel, de desarraigo, de última salida, y de pensión sórdida que
se anuncia con luces de neón titilantes en una noche que no se acaba y donde, entre
las sábanas, se pierde y se gana.
- Tal vez esa extraña forma que tienes de odiarme será amor – lo
oirá decir.
Sabrá que la está mirando. La
mirará mientras mueve los hombros frente al cristal oscurecido, al ritmo de la
melodía bailable. Aunque no podrá verlo, sentirá su deseo en la piel de los
tobillos. En los muslos, En la espalda. En los pliegues de la nuca. En las
comisuras de la boca.
Será en esos momentos cuando
más desee matarlo.
- No. No es amor.
Cristina Cerrada y Europa
han sido todo un descubrimiento y un gran acierto. Una novela breve. Capítulos
cortos. Pasado, presente y ¿futuro? Con una prosa sencilla y directa, la autora
describe y cuenta lo necesario para que sintamos a Heda. Ni una palabra de más.
Ni una palabra de menos.
La devoré en una tarde.
¡Magnífica!
SLHLT
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