martes, 4 de julio de 2017

Un nido de víboras

Leer las historias de Montalbano es como volver a casa. En ellas encuentro exactamente lo que busco: un escenario familiar, personajes reconocibles, con sus virtudes, defectos y manías; tramas originales muy bien desarrolladas y con la extensión adecuada, que suelen sacar a la superficie lo peor del género humano; y humor, mucho humor: negro, ácido, inteligente y costumbrista.

Aunque a lo largo de los años, y de las 25 entregas que ya lleva la serie, mi querido Salvo Montalbano ha ido evolucionando, desarrollándose, envejeciendo, y volviéndose cada vez más vulnerable, parte del encanto y atractivo de estas historias es lo que permanece invariable: Vigata, Marinella y Montelusa, la casa en la playa y las cenas que le prepara Adelina, las discusiones con Livia, su novia eterna, las comilonas en la tratoría de Enzo, los paseos por el espigón, Catarella y su idioma propio, Fazio y su amor por los datos personales de los sospechosos, Mimi y sus escarceos amorosos…
Pero lo que realmente engancha de estas novelas negras es el instinto policial, la perspicacia, la intuición, el carácter y el sentido de la justicia del comisario Montalbano.
Esta entrega comienza con un extraño sueño, una tormenta y la aparición de un vagabundo de aspecto mísero y modales exquisitos. Pero también con un cadáver. El contable Barletta aparece asesinado y lo que en principio parecía la consecuencia de un robo que salió mal, se convertirá en algo mucho más complicado, oscuro, crudo y terrible. Nada era lo que parecía… Y a medida que avanza la investigación, el mal lo ensucia todo y te das cuenta de que el título le viene como anillo al dedo.
No os voy a contar más. No es la mejor novela de Camilleri, pero está a la altura y el desenlace te sobrecoge. Esta vez fui capaz de adivinar el motivo y me bebí las páginas restantes deseando no haber acertado. Pero acerté.
Espero que os guste tanto como a mí. 

SLHLT

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