<< Soy
el mejor cantador de subastas del mundo. Pero nadie lo sabe porque soy un
hombre comedido. Me llamo Gustavo Sánchez Sánchez y me dicen, yo creo que de
cariño, Carretera.
Puedo imitar a Janis Joplin después de dos cubas. Sé interpretar
galletas de la suerte. Puedo parar un huevo de gallina sobre una mesa, como hacía
Cristóbal Colón. Sé contar hasta ocho en japonés: ichi, ni, san, shi, ko, loko,
sichi, hachi. Sé nadar de muertito.
Esta es la historia de mis dientes. Es mi carta familiar a la
posteridad, mi ensayo sobre los coleccionables y el reciclaje radical. Primero
vienen el Principio, el Medio y el Fin, como en cualquier historia. Ya luego
vienen las Parabólicas, Hiperbólicas, Elípticas, y todo lo demás. Y después de
eso no sé qué viene. Posiblemente la ignominia, la muerte, y más tarde, la fama
post mortem; pero de eso ya no me va a tocar decir nada en primera persona. >>.
No os
engaño si os digo que estáis delante de uno de los libros más extraños que me
he encontrado en la vida.
No sé muy bien cómo describirlo ni cómo reseñarlo. Es la historia autoficcionada de Carretera, un individuo de lo más singular y con una obsesión enfermiza por los dientes, tanto propios como ajenos.
Es una especie de “Viaje a ninguna parte” loquísimo con payasos torturadores y un toque inmenso de ironía. Realmente el lector no sabe muy bien de qué va esta historia hasta que un segundo narrador entra en escena y todo comienza a encajar.
Si quieres leer algo diferente, esta es tu historia.
SLHLT
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