viernes, 4 de diciembre de 2020

Polvo y sombra

Amanece en Aosta. El verano está llegando, pero aún no se sacude el frío del todo. El subjefe Rocco Schiavone y su perrita Loba se desperezan sin saber aún lo que les deparará este nuevo día… 

Un día cargado de sorpresas o, como las llama Schiavone: “tocadas de cojones”. 

Entre la más que probable repetición de curso de su vecino adolescente Gabriele, la actitud meliflua con la que lo aborda la periodista que lleva meses hostigándolo, la extraña actitud de la inspectora Rispoli, la aparición de una nueva responsable de la Científica, militante de la teoría de la conspiración, y que lo acaban dejando sin despacho para instalarlo en el cuarto de las escobas… Lo único que le faltaba a Rocco es tener que resolver un asesinato. Y a falta de uno: dos. 

El cadáver de una mujer transexual a la orilla del río Dora, y el hallazgo a los pocos días de un hombre degollado, con el número de teléfono del subjefe en el bolsillo, obligarán a Rocco a dedicarles toda su atención. Pero algo no cuadra. En ninguno de los dos casos. Además, su amigo Sebastiano lleva días desaparecido… Y el subjefe sabe de sobra lo que eso significa.


No puedo ni debo desvelar más, pero creo que es la mejor novela de la saga Schiavone hasta la fecha. Las cartas están sobre la mesa. Ya conocemos su pasado. Incluso él empieza a aceptarlo y a asumir que hay que continuar. Y que la vida en Aosta puede no estar tan mal.

El personaje ha crecido: tiene más madurez, más profundidad, más intensidad, más humanidad, más esquinas… Y más ganas de seguir.

<< Tú no lo sabes, cachorrita mía, pero hay un montón de animales que caen en letargo cuando llegan los hielos del invierno. Se acurrucan en un agujero bajo tierra, cierran los ojos y mueren durante unos cuantos meses. Cuando se ponen de nuevo al sol, renacen una vez más y vuelven a sonreír, a saltar, porque es una vida nueva, llena de colores y de olores. Nosotros no. Nosotros nunca nos dormimos en serio, y por eso envejecemos y la piel se arruga, y también la sangre. Todo se cansa, Loba, se consume, y no vuelve a ser como antes. Me miras, con la lengua fuera, y estamos solos tú y yo, una vez más, y eres tú la que tienes que darme ánimos, amiga mía, porque a mí ya no me quedan. Quédate aquí, pegadita a mí. Cierra los ojos. Duerme, Loba. Sueña con huesos y con prados donde correr. Incluso vuela. Yo te miro desde aquí y espero hasta aprender cómo se hace.

Te lo juro, en cuanto lo logre, te sigo. >>

SLHLT

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