Charlie Blakeman ronda la treintena y se siente algo frustrado y
perdido. Es escritor. Y aún trata de asimilar el poco éxito que cosechó su
primera obra. Debería estar escribiendo su segundo libro, pero no se siente
capaz. En lugar de ello se dedica a vivir como un veinteañero despreocupado y,
junto con su primo Max, no hay noche que no celebren una fiesta con gente del
mundillo de la cultura neoyorquina. Excesos de postureo, alcohol y frivolidad.
Una de esas noches aparece Sophie Wilder, su novia de la
universidad. Hace casi diez años que no la ve. Sabe que escribió un libro y que
se casó. Pero poco más. Sophie fue la mujer que le cambió la vida. Y al verla,
le resulta inevitable recordar… Y sentir. Y quiere saberlo todo: por qué está
allí y qué ha sido de su vida en durante todos estos años.
Pero los primos Blakeman y su historia constituyen poco más que
el marco para la verdadera protagonista: Sophie Wilder. Un accidente de tráfico
la dejó huérfana muy joven. Y desde entonces no hizo otra cosa que intentar
llenar el vacío que sentía en su interior y tratar de establecer vínculos que
la hicieran sentir en casa. Y estos bálsamos fueron muchos y variados: la
literatura, Charlie, otros chicos con los que estaba cuando necesitaba poner
espacio entre Charlie y ella, la escritura, Tom, la religión y finalmente su
suegro moribundo.
Nunca nada fue suficiente. Nada definitivo. Por el camino, por
suerte o por desgracia, descubrió secretos que la atormentarían, e hizo cosas
con las que tendría que aprender a vivir.
Una especie de narrador omnipresente nos describe a retazos
trozos de la vida de Sophie, que es un personaje rico en matices, fuerte y
vulnerable a la vez, y tremendamente cautivador. Es lo mejor de la novela. Y el
final es fantástico.
Lo que menos me ha gustado es la necesidad de Sophie en
refugiarse en la fe cristiana. No me lo acabo de creer. Y aunque el final va
muy ligado a ello, a mí me sobra.
Muy recomendable.
SLHLT
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