Solo hay un hombre en el granero. Es August Epp, el maestro de Molotschna. Y tiene una misión. Puede que esas mujeres sean analfabetas, pero no son tontas y saben lo importante que es registrar todo cuanto allí se hable y decida. Ellas no lo podrán leer, pero quizás sus hijas algún día sí lo hagan.
August es el narrador de esta historia y el que nos prestará sus ojos y oídos para ver y escuchar lo que allí acontezca en esos dos decisivos días de junio.
Una revolución está en marcha.
Durante años,
muchas mujeres de la colonia Molotschna se despertaban doloridas y
aturdidas sin entender qué les había pasado. Cuando osaban ponerlo en palabras,
la respuesta de la comunidad apuntaba a una imaginación desbocada, una
pesadilla, un mal sueño quizás. O, en el peor de los casos, que un ser, a veces
divino, otras diabólico, las estaba castigando por sus pecados.
Una noche, una de ellas se mantuvo despierta para tratar de averiguar lo que pasaba y vio cómo uno de los hombres de la comunidad entraba a hurtadillas por la ventana con un trapo empapado en anestésico para caballos… No era el único. De su boca salieron ocho nombres más: sus vecinos, primos, tíos, hermanos…
Este es relato de la fuerza que tienen ocho mujeres sin voz, cuando toman la palabra y comparten sus miedos y deseos. Es un grito de esperanza de las que, sin saberlo, encuentran en sí mismas y de la mano de otras como ellas, la fuerza que necesitan para ser las únicas dueñas de su destino.
Con una estructura narrativa dinámica y original, esta historia, llena de empoderamiento y sororidad, te estremecerá, aún más, cuando la autora te explique en el prólogo, el hecho real que le sirvió como punto de partida para escribirla.
Maravillosa y cruda.
El corazón encogido y la piel, de gallina.
SLHLT
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