Eso es lo que hace Percival Everett en James, una novela que “reescribe” Las aventuras de Huckleberry Finn desde el punto de vista de Jim, el esclavo que acompañaba a Huck en su viaje por el Misisipi. Pero aquí Jim ya no es solo un compañero de aventuras: es un hombre culto, reflexivo, herido y, sobre todo, decidido a recuperar su libertad y a reunir a su familia.
La historia arranca cuando Jim descubre que su dueña planea venderlo, lo que lo separaría de su esposa Sadie y su hija Elizabeth. Decide huir y se esconde en la Isla Jackson, donde se cruza con Huck, que también ha escapado de su padre salvaje y maltratador. Juntos emprenden un viaje en balsa por el río, lleno de peligros, encuentros con estafadores, esclavos fugitivos, y momentos de profunda humanidad. Jim no solo sobrevive: se transforma. Aprende, enseña, se indigna, se venga y ama.
Pero lo más potente de James no es solo su argumento, sino su intención. Everett no corrige a Twain, dialoga con él. Si Twain usaba la ingenuidad de Huck para criticar la sociedad esclavista, Everett usa la lucidez de Jim para desmontar el racismo estructural desde dentro. Jim lee a Locke y Rousseau, reflexiona sobre la libertad, y se burla de los estereotipos que lo rodean.
Cuando mi hermana me recomendó este libro, nunca había oído hablar de Percival Everett y ha sido todo un descubrimiento, convirtiéndose esta en una de las mejores lecturas del año.
Es magnífica.
SLHLT
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