sábado, 30 de septiembre de 2023

La ciudad de los vivos

<<Los monstruos no existen. Los monstruos los creamos nosotros de vez en cuando para descargar sobre ellos nuestra conciencia>>. 

Marco Prato y Manuel Foffo no eran monstruos. Ni tampoco lo son los que matan a sus hijos o a sus parejas, los que colocan bombas o mandan volar por los aires hospitales infantiles en Gaza, los violadores, los que abusan de niños ni los que explotan a personas sin papeles. Los monstruos no existen. Son personas como tú y como yo, que fueron al colegio y jugaron en el parque, que se compraron un coche y se enamoraron, que estudiaron y buscaron un trabajo y que, en algún momento decidieron cometer actos atroces e imperdonables.

Llamarlos monstruos nos permite concentrar en ellos la maldad y despojarlos de su naturaleza humana. Y así nos protegemos. Si la vileza y la crueldad son cosas de monstruos, no tenemos que preocuparnos. Nosotros no lo somos…

Esta historia es la crónica periodística de un asesinato cometido en Roma en el año 2016 por dos hombres jóvenes acomodados y sin problemas económicos. La víctima fue Luca Varani, un chico de 23 años acostumbrado a buscarse la vida. Fue él. Pero pudo haber sido cualquier otro. Le ofrecieron 150€ y se presentó en el piso donde Manuel y Marco llevaban varios días encerrados consumiendo alcohol y cocaína, y terminó torturado hasta la muerte.

Nicola Lagioia entrevista a los asesinos, a sus familias, a los conocidos, a la policía… Recorre las calles, visita los lugares donde todo ocurre, reconstruye los escenarios para intentar entender lo que pasó. No juzga ni elabora teorías. Eso nos lo deja a los lectores.

Crónica fantásticamente documentada y argumentada.

Terrible pero necesaria. 

SLHLT

viernes, 15 de septiembre de 2023

El retrato de casada

<< Lucrezia se sienta a la larga mesa del comedor, tan pulida que reluce como el agua y cubierta de fuentes, tazas invertidas y una coronita de ramas de abeto trenzadas. Su marido ocupa una silla, pero no es su sitio de costumbre, en la otra punta, sino a su lado, tan cerca que podría apoyar la cabeza en su hombro si quisiera; el desdobla la servilleta, endereza un cuchillo, acerca una vela y de pronto, con una claridad particular, como si le pusieran un cristal de color ante los ojos, o tal vez se lo retiraran, a ella se le ocurre que tiene intención de matarla.

Ha cumplido dieciséis años, no hace ni uno que contrajo matrimonio. Han pasado gran parte de la jornada en los caminos, aprovechando las pocas horas de luz propias de la estación, después de salir de Ferrara al amanecer y cabalgar hacia lo que, según él, era un refugio de caza, lejos, al noroeste de la provincia.

Pero esto no es un refugio de caza, le habría gustado decir cuando llegaron a su destino: un edificio de altos muros de piedra oscura, flanqueado por un bosque denso a un lado y un retorcido meandro del río Po al otro. Le habría gustado volverse en la silla y preguntarle ¿Por qué me has traído aquí?>>

Todo, o casi todo, se sabe de los Médici. No hay más que recorrer las calles de Florencia cinco siglos después para admirar su legado. 


Pero de Lucrezia, hija de Cosme de Médici y Leonor Álvarez de Toledo, apenas hay información. Existen un par de retratos y se sabe que murió muy joven, con 16 años, solo un año después de casarse con Alfonso de Ferrara. La causa oficial de su muerte fue la tuberculosis, pero los rumores decían algo muy diferente: que había sido envenenada por su marido, al que ya no le resultaba útil, por no darle descendencia.


Este es el punto de partida sobre el que Maggie O’Farrell se apoya para recrear la vida de Lucrezia. Una historia de la que ya conocemos el final. Pero eso no la hace menos interesante, más bien todo lo contrario, pues la autora nos va guiando en el viaje y señalándonos las luces y las sombras, los silencios y los ruidos, las sospechas y las evidencias a cada paso del camino.


Nadie mejor que Maggie O’Farrell, una escritora de talento, sensibilidad y estilo excepcionales, para colmar de dignidad la corta vida de Lucrezia de Médici.


Espero que el final os emocione tanto como a mí.

SLHLT