La
ternera es un libro que duele.
Duele leerlo, duele pensarlo y duele escribir sobre él.
La protagonista es una niña de cinco años, sin nombre, sin voz y sin defensa.
El abuso que sufre por parte de un vecino se narra con una contención afilada, casi poética, que convierte cada página en una herida abierta.
La metáfora de la ternera atraviesa el texto como un cuchillo.
No hay concesiones, ni alivios, ni explicaciones.
Solo el silencio como forma de resistencia.
Los capítulos cortos y la ausencia de diálogos contribuyen a crear una atmósfera de soledad y desamparo. Aunque la voz que lo cuenta, narradora omnisciente, parece anticipar el futuro, dejando un resquicio a la sanación y a la esperanza.
Hay actos tan viles que nos resistimos a creer. Pero ocurren. Todos los días.
Y este libro no nos deja mirar para otro lado.
SLHLT
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