<< Hoy
se me ha caído el brazo izquierdo. Se me ha desprendido limpiamente a la altura
del hombro. Janice2 lo recogió y lo trajo al hotel. Creía que iba a afectarme
al equilibrio más de lo que me ha afectado. Es como cortarse el pelo. El
movimiento del aire alrededor de las partes que quedan en mí es distinto. Hay
también una sensación intermitente de novedad y de merma: yo libre, yo no
muerta, no me mires.
¿No es raro que no conociera a ninguna Janice viva y ahora conozco a tres? >>
Esta es una novela de zombis, sí, pero no como te la imaginas. Aquí no hay persecuciones ni vísceras gratuitas: hay duelo, memoria, amor y una protagonista que, aunque técnicamente está muerta, se aferra a lo que fue y a lo que sintió con una ternura que desarma.
La historia arranca en un hotel lleno de no muertos que lo han olvidado casi todo. Pero ella —sin nombre, con un cuerpo incompleto, pero una voluntad intacta— decide emprender un viaje hacia el oeste, en busca del lugar donde alguna vez amó.
Lo que sigue es una travesía poética, filosófica y curiosamente divertida, escrita en una mezcla de primera y segunda persona que te hace reflexionar y te envuelve.
Anne de Marcken, una completa desconocida para mía hasta hace unos días, convierte el cliché del apocalipsis en una meditación sobre lo que nos hace humanos, y el género zombi en una excusa para hablar de lo que queda cuando ya no queda nada.
No es una lectura fácil ni convencional, pero si te gustan las novelas que desafían las etiquetas y te dejan pensando mucho después de cerrar el libro, esta es para ti.
SLHLT
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