Los periódicos del día siguiente dirán que es la cuarta
prostituta en un mes hallada muerta en las calles de Estambul.
Tequila Leila ya no
dirá nada. Nunca más.
Leila siente
el momento exacto en que su corazón deja de latir. Pero, curiosamente, su
cerebro no para todavía. Y en esos 10 minutos y 38 segundos que le quedan, a Leila
le vendrán a la mente palabras, olores y sabores que la llevarán lejos de allí: a su infancia, a su vida antes, a sus madres, a su tío… A su gran amor y a sus
cinco amigos: Nalán, Sinán, Yamila, Zaynab y Humeyra. La familia que uno elige. La
familia, que sin tener tu misma sangre, decide quererte, preocuparse por ti,
acompañarte en los malos momentos y hacer que tu vida merezca la pena.
Sus cinco amigos. Su gran tesoro. Cinco perdedores, con cinco
vidas que a nadie importan, pero que al unirse forman un ser vivo inmenso y que,
como una colonia de hormigas, tiene más valor y más fuerza que cada uno de los
individuos que lo forman.
Cinco amigos que harán lo imposible por encontrarla y darle
dignidad a su muerte.
Este libro es una joya para los que amamos las historias.
Con una prosa lírica y brutal, Elif Shafak actúa como una
Sherezade moderna que libra de la
muerte, dándoles voz, luz y sentido, a aquellos de los que nadie se preocupa y
hacia los que decidimos no mirar. Es una oda a la amistad que te salva de la
vida, cuando la vida que te está destinada es una condena de aflicción,
sumisión y violencia.
Es de esos libros que te emocionan y te encogen el corazón, pero
que no deseas que terminen nunca.
Y, como si la propia novela no fuese suficiente, en los
agradecimientos, la autora te regala esta confidencia:
<<Mi abuela falleció
poco antes de que yo empezara a escribir esta novela. No acudí a su funeral
porque no me sentía a gusto viajando a la madre patria en un momento en que se
arrestaba por acusaciones infundadas a escritores, periodistas, intelectuales,
académicos, amigos y colegas. Mi madre me dijo que no me preocupara por no
haber visitado la tumba de mi abuela, pero sí me preocupé y me sentí culpable.
Estaba muy unida a ella. Fue quien me crio.
La noche en que terminé la
novela había luna creciente. Pensé en Tequila Leila, pensé en mi abuela y,
aunque la primera es un personaje de ficción y la segunda tan real como mi
sangre, no sé por qué me pareció que se habían conocido y convertido en buenas
amigas, en “hermanas extranjeras”. A fin de cuentas, los límites de la mente no
significan nada para las mujeres que siguen cantando canciones de libertad a la
luz de la luna.>>
SLHLT
No hay comentarios:
Publicar un comentario