Para sus
alumnos es el señor Chips, es un tipo singular, con un sentido del humor todavía
más peculiar y que siempre está dispuesto a dedicarles el tiempo que necesiten o
a invitarles a tomar el té, siempre y cuando entiendan cuándo deben marcharse.
Y esta es
su vida. A retazos, por momentos, los que decide recordar y los que no puede
olvidar. Una vida larga que, según se acerca al final, parece haber durado un
suspiro.
<< Lo
cierto es que tengo tantos recuerdos que a menudo pienso en escribir un libro.
[…] Aunque, la verdad, prefiero contárselos de viva voz. Recuerdo…, recuerdo…
Pero sobre todo recuerdo todas las caras. Nunca las he olvidado. Tengo miles de
caras en la memoria: caras de chicos. Si vienen a verme dentro de unos años,
como espero que hagan todos, intentaré recordar la cara que tenían años atrás,
pero es posible que no pueda y que un día, si me ven en algún sitio y no los
reconozco, se diga: «El viejo profesor no se acuerda de mí». —Risas—. Pero me
acuerdo de ustedes… Tal como son ahora. Esa es la cuestión. En mi cabeza,
ustedes no crecen. Nunca >>.
Os encontráis
ante una historia tierna y amable, como el propio señor Chips. Dicen que el
autor, James Hilton, se inspiró en la figura de su padre para crear a su
entrañable personaje, pero a mí quien me vino a la cabeza mientras lo leía fue Stoner,
otro de los inmortales.
No es una
mala lectura para comenzar el año.
SLHLT
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