miércoles, 8 de marzo de 2023

Mejillones para cenar

<< Aquel día había mejillones para cenar, pero eso no era ni una señal ni una coincidencia. Cierto que era inusual, pero está claro que no era ninguna señal, aunque más tarde alguna vez hemos dicho, aquello fue un mal agüero, lo hemos dicho alguna vez, pero seguro que no lo era, como tampoco era una coincidencia. Por qué precisamente aquel día íbamos a comer mejillones, precisamente aquella noche, nos lo hemos preguntado alguna vez, pero tampoco era eso exactamente, de ninguna manera puede decirse que fuera una coincidencia, solo es que a posteriori hemos tratado de interpretar el hecho de que hubiera mejillones para cenar como una señal o una coincidencia, porque lo que pasó después de esa cena fallida fue tan terrible que ninguno de nosotros se ha recuperado aún. >>

 

Una familia sentada a la mesa espera para cenar. Los días especiales se cenan mejillones. Al padre le encantan. Hoy es un día especial. Y hay que celebrarlo. De ahí los mejillones. Aunque solo le gusten a él.

 

Tarda. Y él siempre llega a su hora.

 

Los mejillones se enfrían. Nadie los toca.

 

El silencio se rompe. Un comentario sobre la hora, sobre los mejillones, sobre la espera. Parece banal. Pero no lo es. Porque las palabras son conjuros que hacen que lo que no existe empiece a cobrar vida ante tus ojos. Primero es solo una sombra, luego adquiere color, los contornos dibujan formas y, de repente: ¡ahí está! Todos lo ven. Nadie lo puede negar.

 

Una vez que abres los ojos, no puedes dejar de verlo. Todo cambia y ya no hay vuelta atrás.

 

Tenéis ante vosotros una novela corta que, en un puñado de páginas, es capaz de condensar la atmósfera asfixiante de una familia sometida al yugo de un padre autoritario, inflexible y déspota. La hija mayor lo cuenta en una especie de monólogo interior. Sin dramas. Con naturalidad. Solo hay que ponerlo en palabras, soplar y dejar que todo se venga abajo.

 

Más que recomendable.

SLHLT 

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