miércoles, 13 de septiembre de 2017

Tierra de Campos

Hay pasado en todas partes. El pasado está posado sobre nosotros como el polvo sobre los muebles. Hay pasado en el presente y hay pasado en el futuro. Impregnado, agarrado, diluido, difuminado, mezclado, empastado, desenfocado. Hay pasado en el recuerdo, en el gesto, en los rasgos, en las frases por decir, en las soluciones. Hay pasado en la imaginación, que a veces es un proyector de experiencias vividas. Hay pasado en los pasos por dar, en la carrera por delante, en la mirada, en el cuento, en el invento, en los sabores. Las canciones están hechas de pasado. No hay canciones futuristas, es un arte sin ciencia ficción. Hay pasado en las pasiones, en la desdicha, en lo sueños. Hay pasado en el porvenir, e los planes de futuro y hasta en las hipotecas. Hay pasado en tus hijos, en tus nietos, en sus gestos, en sus nombres. Hay pasado en la calle de tu ciudad, en las afueras, hay pasado en cada persona, incluso en las que no han nacido aún.
No hay párrafo que mejor describa esta historia. Una vuelta al pasado, para lograr entender lo que somos y dónde estamos.
Cara A.
Dani Mosca, viaja en el asiento del copiloto de un coche fúnebre. Ya ha pasado un año desde la muerte de su padre y por fin va a cumplir su última voluntad: ser enterrado en Garrafal de Campos, su pueblo natal.
En ese viaje, de tres o cuatro horas desde Madrid, Dani repasa parte de su vida: su infancia, el colegio, un padre autoritario, el beso de buenas noches, conocer a Gus, las clases de guitarra, los veranos en el pueblo, la enfermedad de su madre, los primeros amores, formar un grupo con Animal y Gus, pelearse por tocar en garitos de mala muerte… Los comienzos.
Cara B.
Llegan al pueblo. Están en fiestas. Todo el mundo los espera. Dani es una celebridad para los vecinos. Y después del entierro tendrá que dar el pregón y tocar unos temas. ¡Una encerrona en toda regla!
Y Dani sigue recordando cómo llegó el éxito, la gente que conocieron, los discos, las fans, el amor, el desamor, el desengaño, las drogas, la tristeza, la pérdida, escribir canciones. Japón. Un renacer. Un nuevo amor. Los niños. Y volver a perder.
Esta es una novela que habla del amor, de la amistad, de los conflictos generacionales, de la muerte, de equivocarse y de volver a empezar para caer exactamente los mismos errores y repetirlos una y otra vez.
Del pasado se huye, pero se regresa para buscar resguardo, en un movimiento contradictorio.
Habla de ese pasado con más nostalgia que dureza, y con el toque de humor que dan los años y el ser capaz de verlo todo con otra perspectiva. Es un pasado muy reconocible para varias generaciones, que somos capaces de identificarnos en comportamientos, actitudes, canciones, lugares y personajes que nos hacen recordar cómo éramos entonces, cuando aún todo era posible y nos sentíamos inmortales.
Por todo esto me ha gustado. Y también por narrarlo en primera persona. Y por dividirlo en dos caras, como si de un vinilo o de una cinta de casete se tratara. Y por intercalar letras de canciones. Y por emocionarme. Y por inventar un personaje como Gus. Y por hacerme sonreir.
Pero para ser sincera, en ocasiones se me hizo un poco largo y repetitivo. Hubiera sido perfecto con 150 páginas menos.

De todas formas, me ha reconciliado con David Trueba después del fiasco de Blitz. Ahora estoy segura de que repetiré.
SLHLT



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Y como propina el playlist del libro que han hecho en Spotify.

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