Los de Pilar Adón en Las órdenes
son versos afilados y duros por relatar una realidad cotidiana y reconocible,
además de escondida a plena vista y familiar.
¿Quiénes somos? Abuelas. Madres. Hijas.
¿Realmente nos define nuestra capacidad de engendrar?
NO QUEREMOS ser madres.
La ausencia de un heredero
que deje borrones.
Seguir siempre hijas.
Que nos abracen como nos abrazaron.
Y nos peinen y presuman de nuestras notas
ante los vecinos.
Que cada libro sea para nosotras, cada pensamiento.
Para nosotras. En una habitación
de una sola cama.
O es el rol pérfido que nos han inculcado de cuidar a los demás,
siempre, en cualquier circunstancia, olvidándonos de nosotras, por el bien de
todos, por el bien de algunos, por la familia, porque siempre se ha hecho así. Porque…
¿quién lo va a hace si no?
ELLOS NO lo advierten
pero arrastramos un rencor en los genes
heredado de cada mujer.
Su hacha clavada en el cuerpo,
integrada en él. Donde persiste.
Observadoras y observadas.
Actuando solas y ante el mundo.
Ansiando un descanso
sin saber descansar.
Acusando un odio que no se cura
por palabras que no tendrían que existir.
Sin responder tal sin comportarnos cual,
aprovechando más.
Sin enfrentarnos a.
Y si no lo haces. Y si te atreves a no continuar tu estirpe… “¿Quién te cuidará cuando seas vieja?”
oirás a cada instante. Como una advertencia, como un aviso… Como una amenaza.
[…] ¿Quién va a abrazarme cuando sea vieja?
Y esté sola. Y no haya quien quiera hablarme. Y
las cortinas se prendan fuego
y las llamas asciendan hasta el techo. Y nadie
pueda acercarse
al teléfono. Para llamar al servicio de extinción
de incendios.
Los pequeños detalles lo cambian todo o no cambian nada si no
somos nosotras capaces de cambiarlos.
EL SILENCIO NUNCA es tan grande
como cuando algo lo rompe.
Poesía cruda, directa y maravillosa.
SLHLT
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