jueves, 20 de febrero de 2020

El estilita

<<Todo empezó con un rayo. O dentro de unos ojos. O en el vuelo de un gorrión al atardecer. Nadie podría precisarlo con exactitud. Pero empezó, al fin y al cabo, en algún momento, y por esta razón tenemos la oportunidad de contar esta historia.>>
Gyors de la Montagne sería un pueblecito francés más, si no fuese por su seña de identidad: la estatua del conde Rodari que corona la gran columna del centro de su plaza mayor. En torno a ella se ha ido gestando todo un mundo, mitad real, mitad ficción, que atrae al turismo de interior y que ayuda a hacer caja a los habitantes del pueblo y a situarlos en el mapa.
La mala suerte, la casualidad, el destino, o simplemente la potencia eléctrica de un rayo, en una de las peores noches de tormenta que se recuerdan, la hace añicos. Y junto con los trozos de estatua que los servicios de limpieza y los bomberos tratan de limpiar, también se esfuma el turismo y la esperanza del pueblo.
En plena crisis municipal, una mañana, aparece un hombre desaliñado y flaco subido a la columna donde solía estar la estatua del conde. Pretende quedarse allí arriba, meditando y observando el mundo que lo rodea, todo el tiempo que se lo permitan.
Este es el comienzo de un nuevo despertar para Gyors de la Montagne, y para el mundo entero que contempla al estilita a través de la webcam que lo enfoca día y noche.
¿Quién es ese hombre? ¿Qué busca? ¿Está loco? Algunos ven en él un ejemplo a seguir, otros lo consideran una vergüenza y una insensatez por parte de la alcaldía. Hay quien aspira a sacar rédito político y comercial de su presencia sobre la columna. Y hay quien no puede evitar mirarlo desde su ventana. Los turistas vuelven. Surgen imitadores. Algunos son represaliados… Pero a nadie le resulta indiferente.
Como si de un cuento se tratase, Uri Costak nos cuenta una historia en la que un hombre se atreve a hacer algo distinto: se atreve a parar, a quedarse quieto, a meditar, a pensar, a observar y disfrutar del mundo sin juzgar… Ese acto tan sencillo, abre compuertas en el alma de los demás. Y se convierte en algo más. ¡En mucho más!
Sacad vuestras propias conclusiones.
Yo tengo la mía: a veces algo pequeño puede cambiar el mundo. ¡Que se lo digan a Rosa Parks!
SLHLT

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