
Poco a poco, con
fármacos y terapia, comienza a recuperarse. Y, aunque no sabe qué va a hacer
con su vida, tiene claro que no volverá a practicar la abogacía.
El proceso de
curación de una enfermedad mental nunca es lineal y su psiquiatra le propone que
dedique parte de su tiempo a realizar algún tipo de voluntariado. ¿Por qué no
intentarlo? Siempre puede dejarlo si no se siente cómoda.
Y así es como Solene descubrirá el Palacio de la Mujer y el universo de vidas invisibles que encierra.
Cien años atrás, otra
mujer, Blanche Peyron, será la que
levante ese Palacio de la Mujer, sobre
las ruinas de un antiguo convento del siglo XVII, y lo acondicione para dar cobijo
y refugio a mujeres en riesgo de exclusión social.
Dos historias conectadas
por una misma necesidad. Un siglo de por medio y la misma injusticia: que el
más miserable entre los pobres, el más abandonado entre los invisibles, el más
sufridor entre los dolientes y el más roto entre los quebrados, siempre tiene
nombre de mujer.
Esta es una historia de
amistad, sororidad y supervivencia. Entre las paredes del Palacio de la Mujer, además de heridas abiertas y cicatrices,
también hay gominolas chupadas, tazas de té, poemas de amor, patucos de lana,
clases de zumba, cartas a Isabel II… Y esperanza.
<<Bienaventurados los agrietados
porque dejarán pasar la luz.>>
Me ha encantado
descubrir la figura de Blanche Peyron,
una de tantas mujeres extraordinarias olvidadas por la historia, y su legado.
Conocí a Laetitia
Colombani con La trenza y Las vencedoras me confirma que voy a
leer todo lo que escriba.
¡No os la perdáis!
Es simplemente maravillosa.
SLHLT