Manelle es
asistenta domiciliaria. Se dedica a ayudar en sus tareas diarias a un montón de
ancianos a los que cada día la vida se les hace un poco más cuesta arriba. Las reglas
son claras: no se debe intimar ni establecer ningún tipo de relación fuera de
la lista de tareas estipulada. Pero Manelle
tiene sus propias normas y, además de cumplir con las obligaciones domésticas,
deja caer más de una beso en las mejillas huesudas de sus clientes, les ayuda
con la contabilidad y las facturas, toma el té con ellos, escucha sus
historias, ordena viejos álbumes de fotos, hace recados, los acompaña al
médico, se deja hacer trampas al scrabble
y come una vez por semana con Samuel
una deliciosa tarta selva negra.
Ambroise es
tanatopractor y vive con Beth, su
abuela. Esta profesión poco común le ha acarreado grandes enfrentamientos con
su padre, premio Nobel de medicina, y muchos obstáculos a la hora de establecer
relaciones personales. Que conste que él intentó trabajar con los vivos, pero
no podía soportar su sufrimiento. Por ello, ahora cuida de los muertos: limpia,
maquilla, viste, reconstruye, ata, compone, ordena, sonda, peina, purga, y sustituye
los líquidos biológicos por otros conservadores, para tratar de frenar el
avance de la vida después de la vida.
Manelle y Ambroise cruzarán sus caminos y sus
destinos gracias a Samuel, un
octogenario adorable al que le acaban de diagnosticar un glioblastoma
multiforme inoperable, y que ha decidido tomarle la delantera a la muerte y
evitar que la maldita parca juegue con él de nuevo, como lo hizo cuando era niño.
A lo largo de estas páginas, Beth,
Ambroise, Manelle y Samuel se
embarcarán en una aventura que cambiará sus vidas. ¡¡Pura delicia!!
La vejez y la muerte son temas más que tabú en la sociedad en la
que vivimos. Una sociedad que alaba la perfección de la juventud y establece en
ella la única posibilidad de belleza. Una sociedad que alarga la adolescencia
más allá de los treinta, y donde los vendedores de tintes, cremas antiarrugas y
cualquier otro producto que venda la ilusión de inmortalidad y lozanía, se
forran. Una sociedad que a la vez que aumenta la esperanza de vida, teme a la
muerte y esconde todo lo que se desgasta, envejece o sufre… Una sociedad
condenada a sufrir el paso del tiempo.
Por eso es tan fantástica esta historia. Porque viste la vejez y
la muerte de la normalidad que le hemos robado. Porque es un grito de esperanza
y un alegato a favor de la vida bien vivida: con dignidad y sin miedo. Porque
está lleno de personajes maravillosos, buenos, tiernos y que caminan solos,
pero que terminan encontrándose. Porque es puro amor en grageas.
Descubrí a Didierlaurent
con El lector del tren de las 6:27 y me encantó. Ahora, con El
resto de sus vidas, me rindo a sus pies.
Preciosa.
SLHLT
Pues apuntado lo tengo hace tiempo,a ver si yo también quedo tan encantada como tú.
ResponderEliminarBesos
Espero que te guste, Inés. A mí me ha parecido una dulzura. Ya me contarás cuando lo leas.
EliminarUn abrazo.
Yo también leí "El lector del tren..." y me apetece mucho repetir con este escritor. Y si además dices que aún está mejor este nuevo libro, entonces no puedo perdérmelo.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya sabes que esto de las lecturas es muy personal, pero para mí fue un bálsamo entre otros libros mucho más duros.
EliminarEs de esos libros que al acabarlos te dejan una sonrisa en la boca.
Espero que te guste. Ya me contarás.
Un abrazo.