Katia se dice igual en español, en alemán y en ruso. Por eso mi padre
lo eligió.
Se vino antes de acabar la guerra. La nuestra. Algo pasó que
cambio su vida y se echó al monte. Una de las veces que volvió al pueblo se casó
con mamá. Y al poco se marchó a Alemania. Era valioso para el partido. Otra
guerra. Mamá le siguió después. Luego nací yo. Después Martina.
Cuatro paredes y una ventana. Prohibido mirar debajo de la cama
de matrimonio. Mamá se niega a aprender alemán y yo le traduzco en el mercado.
No se habla de la vida de antes. Si pregunto solo hay silencio y tristeza.
Tenemos que estar agradecidas por la libertad. Allí no la habríamos tenido.
Pero tampoco se puede volver. Noticias de España en sobres escondidos debajo del
pescado. Colas para todo. Hoy he conseguido huevos. Pero se han roto.
Crecer. Sin entender nada. Nacer en Alemania aunque me digan española.
Silencio. Seguir adelante. La universidad. Y un profesor español. Discusiones.
Más silencio. Libros.
Alguien me observa. Me sigue. Es guapo. Del otro lado. Ahora no
paro de pensar en él. Un libro a la puerta. Un coche frente a casa. Fiesta en
las calles. Ritmo cubano en el centro de Europa. Bailo. Lo espero. Lo anhelo.
Lo escucho.
Me voy. Sin despedirme. Puede que para siempre.
Un coche. Una frontera. Un río. Una vida nueva. ¿Mi vida?
El tiempo pasa. ¿Es esto la vida? Anhelo la otra. Aunque escapé.
Hasta el aire huele diferente. Y llegan las niñas. ¿Soy ya más feliz? Una
llamada: “Papá ha muerto”.
Y el tiempo me pesa. Y arrasa con todo. Hasta con la piedra y el
hormigón del muro. Ahora puedo volver. ¿Puedo? ¿Debo? Silencio. Mentira y
verdad. Más silencio.
La hija del comunista es una historia interior que araña
y duele. Una historia que habla de aprender a vivir con las decisiones que
tomamos. Una historia de los muros que nos separan. De los que levantamos
nosotros. Y de los que levantan otros a nuestro pesar. Una historia de verdades
a medias, de mentiras pequeñas que nos contamos a nosotros mismos para poder
pasar el día, y de grandes mentiras. Es una historia de nostalgia y de silencios:
¡¡de silencios que atruenan!! Y que te impiden dormir.
Con frases cortas, directas y casi poéticas, Aroa Montero teje una gran primera
novela que apunta directamente al centro de gravedad, y donde lo que no dice es
casi tan importante como lo que sí cuenta. Triste y bonita. Como el recuerdo de
lo que un día fuimos.
SLHLT
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