miércoles, 11 de abril de 2018

84, Charing Cross Road

Pura delicia. Esas fueron las primeras palabras que dije cuando lo acabé.
Helen Hanff es una escritora de guiones neoyorkina que, tras leer un anuncio en el periódico de una librería especializada en libros de segunda mano, se decide a escribirles para ver si pueden conseguirle, por un módico precio, los volúmenes que es incapaz de encontrar en la gran manzana. Es octubre de 1949. La librería en cuestión es Marks and Co. Y se encuentra en Londres. En el 84 de Charing Cross.
Así comienza una relación epistolar que durará veinte años y que pasará de ser puramente comercial a convertirse en una gran amistad. No quiero contaros mucho más. Me gustaría que lo descubrierais vosotros mismos y que, en la era de internet, sintierais la emoción del que espera noticias a vuelta de correo. Como la sintieron ellos...

Porque esta fue una historia real.
Hay libros que van mucho más allá de lo que narran y son capaces de pasar a formar parte de nuestra propia historia. Este es uno de ellos. Al terminarlo tienes la emoción a flor de piel, un nudo en la garganta y un sentimiento de reconciliación con el ser humano que te templa el alma.
¿Por qué? Porque lo entiendes. Te reconoces en Helen Hanff y en Frank Doel. En su emoción compartida por la lectura. En su satisfacción a la hora de encontrar y recibir un libro deseado. En la complicidad que se establece al saber que has contribuido a hacer un poco mejor la vida del otro, bien sea con un libro difícil de encontrar, unas latas de jamón, un par de medias o al recibir una carta. Sabes que las historias unen. Y que los amantes de los libros nos reconocemos, nos buscamos, nos encontramos casi sin quererlo, y compartimos una conexión, invisible a los ojos e incomprensible para muchos, que hace que conectemos sin saber apenas nada unos de otros.
Esto es lo que nos ha pasado a Raquel Friera y a mí. Dos personas casi desconocidas que descubren en una charla informal a las puertas del instituto, que no solo comparten el nombre y la pasión por enseñar, sino también el amor por la lectura.
Unos días después me regala este libro. Sin motivo. Porque sí. Porque sabía que me iba a gustar. Porque a ella le había emocionado.
Y me ha encantado.
Gracias, Raquel.
¡Qué suerte haberte encontrado en el camino!
SLHLT

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