Tonta.
Retrasada.
Así la llaman en el pueblo. A veces en susurros. Otras, de viva
voz.
La Varienne.
Cuando quedó preñada le querían quitar a la criatura. “Si no sabe casi cuidarse sola”. Pero
ella no les habría dejado. Se habría defendido con uñas y dientes. Y cuando la
niña salió de sus entrañas, gritó bien claro su nombre: ¡¡¡Luce!!!
La Varianne
trabaja en la casa grande y cuida de Luce
en su pequeña casita. A veces la señora ya no quiere las cosas y se las da. Y
ella las lleva para la casuca, donde Luce
las hace suyas. Y así viven las dos. En un universo creado solo para ellas.
Pero la niña crece y la escuela es obligatoria. Todo el mundo lo
dice.
La Varienne la acompaña
y se queda en la verja. Parada. “Se tiene
que marchar”.
La casa sin Luce se
llena de ausencia. Su universo se quiebra.
Ya nada es igual. Esa noche ninguna de las dos duerme. Y las
lágrimas ruedan por sus mejillas. Algo ha cambiado. No contaban con ello. Luce
no permitirá que las palabras rompan su pequeño universo: no va a aprender
nada. ¡Nunca más!
La Señorita Solange le
quiere enseñar las letras y las palabras. Pero Luce permanece callada. Muda. La maestra va hasta su casa a hablar
con su madre para que entienda lo importante que es la escuela. Y cuando los
otros niños se van, se queda con Luce
para ayudarla. Y escribe su nombre en la pizarra. Luce M.
Ese nombre. M. Ese
nombre no es el suyo.
Luce
escapa. Y enferma. No volverá más.
Y la Señorita Solange,
no entiende lo que ha hecho. Ella, que siempre ha luchado contra los prejuicios
de los que dicen “de tal palo tal astilla”,
de los que creen que de una madre retrasada saldrán hijos retrasados y que es
la única que echa de menos a Luce
cada día en su clase, no sabe qué ha pasado y va cayendo en el abismo.
Un día, de forma fortuita, esas palabras vuelven a las manos de Luce. Y siente que siguen vivas en su
cabeza. Allí, en silencio, no duelen. No dañan.
Es su secreto.
Y quizás su salvación…
Cuando alguien es capaz de escribir con la dulzura y el talento
de Jeanne
Benameur, y de hacerte latir con tanta fuerza el corazón en las escasas
80 hojas de este libro, solo cabe rendirse a sus pies y darle las gracias por
escribir, por existir, y por haber entendido tan bien el poder que tienen las
palabras.
Precioso.
Tenéis que leerlo.
SLHLT
No hay comentarios:
Publicar un comentario