Un chico sucio duerme con su madre drogadicta y embarazada al
otro lado de la calle. Un día desaparece. Al poco tiempo se encuentra el
cadáver de un niño en la ciudad. Pero no es él… ¿Qué le ha podido pasar?
Un verano en el pueblo y dos amigas adolescentes tratan de
vengarse de la ex novia del padre de una de ellas, que regenta una hostería.
Pero ese lugar no siempre fue una casa de huéspedes y puede que entre sus paredes
guarde vestigios de otros tiempos…
Una estudiante que se arranca las uñas y las pestañas sin un
motivo aparente y otra que, tratando de ayudarla y de comprender qué le pasa,
abre una puerta que jamás debió cruzar.
Una pareja se muda a un piso nuevo con su gato. Tiene una
hermosa terraza, desde la que se ve parte del patio del vecino. En él hay una
cadena. ¿Es un pie lo que se ve atado a ella?
Adela, una amiga de la infancia, a la que le faltaba un brazo y
con la que pasaban dos hermanos los largos veranos, desapareció el día que
decidieron entrar en una casa abandonada. ¿Qué fue lo que pasó?
Una fiscal trata de llevar ante la justicia a unos policías que
han hecho desaparecer a dos chicos tirándolos desde un puente, en el transcurso
de la investigación se encontrará con que las aguas de ese río esconden algo
más que los cadáveres de los chicos.
Estos y otros seis relatos más forman Las cosas que perdimos en el
fuego.
Aunque se trata de historias cortas, Mariana Enríquez, es
capaz de generar la atmósfera adecuada para transmitir terror en cada una de
ellas. Son relatos perturbadores e inquietantes que hacen que enciendas la luz
del pasillo cuando te vas a dormir por las noches.
El que más me ha gustado ha sido el último y que le da nombre al
libro. No quiero desvelaros nada. Pero os aseguro que es más que singular y que
os hará pensar.
SLHLT
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