<< Antiguamente ahorcaban
a la gente en Four Turnings. >>
Philip y su
primo Ambrose viven en una rica hacienda
en la campiña inglesa desde que, siendo solo un niño, Philip se quedó huérfano. Ambrose
lo ha educado a su manera, casi a su imagen y semejanza y, salvo en la afición
a la jardinería, podría decirse que son como dos gotas de agua, salvando la distancia
que impone el paso del tiempo sobre la piel y el alma.
Su vida transcurre tranquila y confortable, como un traje hecho
a medida. Pero la salud de Ambrose se
resiente y decide pasar el invierno en Italia donde, con un clima más benigno y
alejado del húmedo y neblinoso páramo británico, se obrará el milagro.
Las cartas de ida y vuelta entre ellos son frecuentes. Su salud
mejora y todo va sobre ruedas. Ambrose
pronto volverá cargado de semillas para el jardín y de historias que contar.
Pasa el tiempo y Ambrose
retrasa su regreso. Ha ocurrido algo asombroso: ha conocido a una mujer, Rachel, y se ha casado con ella. Y
aunque Philip se sorprende, pues ambos
han considerado siempre a las mujeres como un incordio, acepta su decisión y espera
el regreso de la pareja.
Pero las cartas desde Italia cada vez se espacian más y cuando
llegan están plagadas de inquietud y desasosiego. Algo está pasando. Con la
certeza que da la intuición y el miedo a que a su primo le esté pasando algo
malo, Philip viaja a Florencia en su
ayuda. Pero cuando llega, Ambrose
está muerto y enterrado. Y nadie sabe dónde se encuentra su viuda.
Con el corazón roto y la sed de venganza y la ira a flor de piel, Philip regresa a Inglaterra
prometiéndose a sí mismo que le hará pagar a esa mujer todo el mal que le
hubiera podido hacer en vida a su querido primo Ambrose.
A las pocas semanas Rachel
aparece. Pero nada es como Philip
esperaba. Nada. Y eso volverá su vida patas arriba.
<< Antiguamente ahorcaban
a la gente en Four Turnings. Ahora ya no. >>
Cuando acabé de leer este libro pensé en Patricia Highsmith y en Joan
Lindsey. Pero sobre todo pensé en Hitchcock.
En Rebecca, concretamente. En esa
tensión sostenida que te hace estar alerta durante todo el metraje. En la
desconfianza de los pequeños gestos, en el terror a lo cotidiano. En el estrés y
la duda crecientes que terminan convirtiéndose en miedo. Y luego investigué un
poco y averigüé que la autora de Rebecca
también fue Daphne du Maurier. ¡Es que soy un lince!
En esta historia, Philip,
nos relata en primera persona lo que está pasando. Solo su versión. Lo que ven
sus ojos. Lo que sienten sus tripas. Y obliga al lector a posicionarse en el
lado opuesto: en la racionalidad y el sentido común, pues el protagonista está
perdiendo los papeles. Pero el gran talento de la autora hace que, a pesar de
tu sensatez, dudes: “¿y si me equivoco?
¿Y si tuviera parte de razón?”
He de decir que Philip
me cae gordo. Es un hombre-niño misógino y malcriado. Pero esa no es razón
suficiente para no leer este libro. Está muy bien escrito. Caeréis en sus redes
y no podréis dejarlo. Prometido.
Me ha gustado mucho.
SLHLT
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