jueves, 16 de enero de 2020

Kramp

<<D comenzó su carrera vendiendo artículos para ferretería: clavos, serruchos, martillos, picaportes y ojos mágicos para puertas, marca Kramp.
     Cuando por primera vez salió con su maletín de la pensión en la que vivía, no se atrevió a entrar a la ferretería principal de la ciudad, que en ese entonces era un pueblo, hasta haber pasado frente a ella treinta y ocho veces.
     Ese primer intento de venta coincidió con el día en que el hombre pisó la Luna. Los vecinos se juntaron a ver el alunizaje en un proyector que el alcalde sacó desde el balcón de su oficina, que lanzó la imagen sobre una sábana blanca. Como no había audio, de fondo tocó la banda de los bomberos.
     En el momento en que D vio a Neil Armstrong dar el paso hacia la Luna, pensó que, con decisión y el traje adecuado, todo era posible.
     Así que al día siguiente, al finalizar el paseo número treinta y nueva, entró en la ferretería, con los zapatos más lustrados que se vieron en la historia de la ciudad, a ofrecer al encargado los productos Kramp. Clavos, serruchos, martillos, picaportes y ojos para puertas. No vendió nada, pero le dijeron que volviera a la semana siguiente.
     D fue a tomar un café y anotó en una servilleta: toda vida tiene su alunizaje>>.
Así comienza esta pequeña joya de la escritora chilena María José Ferrada.
Al calor de sus páginas vemos, a través de los ojos de M, una niña de 8 años, el mundo que creó para ella su padre, D, un vendedor ambulante, cuando la sacaba de la escuela y se la llevaba con él, de pueblo en pueblo para que lo ayudara con su clientela. Entre la estrategia de D y el talento interpretativo de M, ¡no había venta que se les resistiera!
Así, en el mundo de M, Dios es el Gran Carpintero que construye el universo con clavos, martillos y sierras. Y, en sus viajes, descubrirá los cafés y los cines de pueblo, los negocios y a E y sus fotografías de fantasmas…
No os quiero contar mucho más. Este libro es para leer entre líneas y paladearlo despacio, como quien alarga la última pastilla de chocolate aplastándola despacito con la lengua.
¡Maravilloso!
SLHLT

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