martes, 9 de noviembre de 2021

Cadáver exquisito

 << Media res. Aturdidor. Línea de sacrificio. Baño de aspersión. Esas palabras aparecen en su cabeza y lo golpean. Lo destrozan. Pero no son solo palabras. Son la sangre, el olor denso, la automatización, el no pensar. Irrumpen en la noche, cuando está desprevenido. Se despierta con una capa de sudor que le cubre el cuerpo porque sabe que le espera otro día de faenar humanos >>.

Tras contraer un virus mortal para el ser humano, todos los animales fueron sacrificados.

<< Se probaron vacunas, antídotos, pero el virus resistió y mutó. Recuerda artículos hablando sobre la venganza de los veganos, otros sobre actos de violencia contra animales, médicos en la televisión explicando cómo sustituir la falta de proteínas, periodistas confirmando que todavía no había cura para el virus animal >>.

Sin proteína animal, comenzaron a aparecer las primeras voces reclamando el canibalismo. Hubo debates, protestas masivas, huelgas de hambre, reclamaciones de organizaciones que defendían los derechos humanos… Pero también artículos y estudios a favor, de mano de prestigiosos periodistas, científicos y universidades de renombre.

Pronto las protestas disminuyeron, tapadas por las noticias, cada vez más habituales, de personas muertas por el virus… Luego comenzaron las campañas mediáticas y, tras una breve transición, todos normalizaron el canibalismo, aunque esa es una palabra que no se volvió a utilizar. El nuevo término oficial fue “carne especial” … Y alguien tenía que encargarse de “prepararla”.

Marcos Tejo es el encargado del frigorífico (ya nunca más “matadero”) Krieg y nos cuenta su historia.

<< Él no le dice carne especial. Él usa las palabras técnicas para referirse a eso que es un humano, pero nunca va a llegar a ser una persona, a eso que es siempre un producto. Se refiere al número de cabezas a procesar, al lote que espera en el patio de descarga, a la línea de sacrificio que debe respetar un ritmo constante y ordenado, a los excrementos que deben ser vendidos para abono, al área de tripería. Nadie puede llamarlos humanos porque sería darles entidad, los llaman producto, o carne, o alimento. Menos él, que quisiera no tener que llamarlos por ningún nombre >>.

 

Agustina Bazterrica, con esta distopía brutal, hace una crítica cruda y necesaria del consumo y producción intensiva de carne animal y plantea una reflexión de lo más necesaria sobre el tema. Además, os enganchará: los capítulos son cortos, el protagonista tendrá que tomar decisiones cuestionables, y el final no os dejará indiferentes. Os lo aseguro.

No es un libro para todos los públicos: el hecho de sustituir a la res por el ser humano, y ponerse en sus pezuñas, es un ejercicio que a muchos les revolverá las tripas, pero yo os lo recomiendo. No por morbo, sino por la reflexión.

Tras esta historia, no volveréis a ver el mundo con los mismos ojos.

SLHLT

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