Sara coge el metro de vuelta a casa, en Nuevos Ministerios, como todos los días después del trabajo.
Eduardo la espera en casa. Van a ir a cenar.
Un vagabundo la aborda en las escaleras mecánicas: Dame algo, por favor. Lo que sea. Tengo hambre.
Sara se asusta. Piensa que le va a robar. Aprieta el bolso y le dice que no
lleva nada. Lo aparta y sigue su camino hacia el andén. El chico es joven. Muy
joven. Está sucio y esquelético. Tras pasar el torno, Sara cree que se ha
librado de él. Pero él salta por encima y se vuelve a acercar. Está llorando y
repite: por favor. Sara quiere que se
vaya. Que la deje en paz. Que desaparezca. Y lo mira a los ojos. Y solo ve desesperación.
Señorita, ya no puedo más. Y avanza
de espaldas hacia las vías… Se deja caer. Y se queda quieto. Muy quieto. Con los
brazos pegados al cuerpo… Y pasa el tren.
Y la vida de Sara también.
Grabaciones a escondidas, cartas nunca enviadas entre las hojas
de libros que cuentan historias de amor, espejos que reflejan lo que ya no son,
almas heridas, retratos que guardan la esencia del instante en el que todo
cambió…
No reconocerse. Una enfermera que duerme a su lado. Vilezas
cotidianas. Medicamentos y alcohol. Esperar a que todo pase. Sin moverse. Ni gritar.
Ni llorar. Eduardo. Dolor como forma de comunicarse. La única. Como si nada.
Una casa roja a través de una ventana. La esperanza puesta en
los ojos de otro. Y en sus manos. Y en su lápiz. Porque él la vio. Nadie más.
Solo él. Y la dibujó. Ella lo sabe.
Y él, rodeado de muerte, también espera que sus ojos le salven.
No por suyos. Por ser el reflejo de otros. Los que lo abandonaron. Los que nunca
logró olvidar. Los que fueron y serán su condena. La condena de querer a
alguien durante toda la vida. Y echarlo de menos.
A todas
horas y en todas partes.
Hasta
el final.
Abandono. Cuidado. Dependencia. Control. Decadencia. Dolor.
Amor, también amor. Las consecuencias de nuestros actos… y el tener que aprender
a vivir con ellas. Esto ha sido para mí El amor que nos vuelve malvados.
Me ha gustado muchísimo.
SLHLT
P. D: Jeremías Prun. ¡Qué personaje!
Cómo no te voy a seguir, si gracias a ti me estoy haciendo una lista (enorme) para cuando mi peque me deje tiempo para retomar la lectura!!! Para ese momento, creo que comenzaré con algo de Marina Sanmartín; me han encantado las dos reseñas.
ResponderEliminarEs una suerte que escribas este blog y, sobre todo, tenerte como compañera. Muchas gracias por todo
¡Oooooh!
EliminarMuchas gracias, guapa.
Me alegro de que te guste y de poder darte ideas.
Yo también estoy encantada de tenerte de compañera. Un besazo.