Había una vez dos peces jóvenes
que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez mayor que nadaba en
dirección contraria; el pez mayor los saludó con la cabeza y les dijo:
<<Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?>>.
Los dos peces jóvenes siguieron
nadando un trecho; por fin, uno de ellos miró al otro y le dijo: <<¿Qué demonios
es el agua?>>.
Así comienza el discurso que dio David Foster Wallace en la ceremonia de
graduación de la Universidad de Kenyon.
Entre metáforas, analogías, anécdotas e historias, Foster Wallace trata de transmitir a los
estudiantes recién graduados la importancia de “aprender a pensar”, algo que se supone que les han enseñado a lo
largo de sus estudios universitarios, y que van a tener que decidir si ponen en
práctica, o no, en su día a día. Porque, amigos, el mundo real empieza ahora, y
la vida adulta está llena de momentos estresante, aburridos y frustrantes que
se repiten todos los días. Y, queramos admitirlo o no, estamos configurados
(nosotros y lo que nos rodea) para considerarnos el centro del universo y
pensar y tomar decisiones exclusivamente en función de cómo nos van a
repercutir en un futuro inmediato. Lo demás no importa.
Lo de <<aprender
a pensar>> en realidad quiere decir
ejercer cierto control sobre cómo y qué piensa uno. Quiere decir ser lo bastante
consciente y estar lo bastante despierto como para elegir a qué prestas
atención y para elegir cómo construyes el sentido a partir de la experiencia.
Foster Wallace
explica a su auditorio que la verdadera educación, la que te enseña a pensar,
te proporciona los mecanismos para alcanzar la libertad, pues te permite
distinguir qué es lo que tiene sentido y qué no.
El tipo realmente importante de
libertad implica atención, y conciencia, y disciplina, y esfuerzo, y ser capaz
de preocuparse de verdad por otras personas y sacrificarse por ellas, una y otra
vez, en una infinidad de pequeñas y nada apetecibles formas, día tras día.
Pero el camino de la libertad no es fácil, es una lucha diaria y
constante. Y ha de ser elegido de forma consciente y adulta día tras día.
La alternativa es la
inconsciencia, la configuración por defecto, la competitividad febril: la
sensación constante y agobiante de que has
tenido algo infinito y lo has perdido.
Ahora que acaba el curso y toca hacer balance, suscribo todas y
cada una de sus palabras. No os quedéis en la superficie. Analizad lo aprendido
y dadle una aplicación. Una. Aunque solo tenga sentido para vosotros. Elegid el
camino largo, el difícil. Es más satisfactorio. A veces también más ingrato.
Pero es el único que no os dejará un vacío por dentro. Y tardaréis en
recorrerlo el tiempo que os reste de vida. Pero de eso se trata. De vivirlo. Y
de seguir queriendo dar cada día un paso más.
El verdadero valor de una
verdadera educación, no pasa por las notas ni los títulos y sí por la simple
conciencia: la conciencia de algo que es tan real y tan esencial, y que está
tan oculto delante mismo de nuestras narices y por todas partes, que nos vemos
obligados a recordarnos a nosotros mismos una y otra vez:
<<Esto es
agua>>.
<<Esto es agua>>.
Simplemente maravilloso.
SLHLT
Me ha encantado! Y me viene genial, le intento explicar algo similar a una amiga pero...���� Be water muy friend ������
ResponderEliminar¡¡¡Yuuuuupiiiiiiiii!!
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