A su madre le habría gustado ser bailarina, pero la echaron por
flaca. Su padre era alto y gordinflón, y preparaba las más deliciosas recetas
en la Ópera de París. Se enamoraron como locos al pie de unas escaleras. Y
mucho tiempo después, como un milagro, llegó Déodat, el bebé más feo del mundo. Pero también el más listo. Un
bebé que observa el mundo como un experimento y que llora por primera vez al
verse reflejado en un espejo y ser consciente de su informe figura.
Tremière, por
el contrario, es la bebé más hermosa que vuestros ojos hayan podido ver jamás.
Pero es pasiva. Estática. Se queda horas y horas contemplando un objeto. Como
si nada. Sus padres piensan que es tonta de capirote. Sus profesores y sus
compañeros del colegio también. Y se la endilgan a su abuela, que la adora, la
entiende, la admira y cree en ella. Así, Tremière,
crece en un caserón que se viene abajo, entre los extraños rituales de una
anciana con capacidades poco comunes y un gran amor por las joyas.
Ambos jóvenes habrán de sobrevivir en un mundo que
rechaza lo diferente, que etiqueta y clasifica sin piedad y que enseña a los
cachorros a actuar de forma hostil y cruel contra los que no encajan en los
estándares establecidos.
<<La gente no es
indiferente a la belleza extrema: la detesta a conciencia. A veces el muy feo
puede despertar una ligera compasión; el muy guapo, en cambio, irrita sin
piedad>>.
Y ambos crecerán gestionando sus recursos, descubriendo el amor
y el desamor, y manteniéndose fieles a sí mismos.
Dos seres así, en los cuentos, están destinados a encontrarse.
En esta ocasión la Nothomb
nos ha reescrito un cuento de Perrault:
Riquete
el del Copete, o La Bella y la Bestia. Y la verdad es
que hacía falta. En esta versión, mucho más realista y actual, Amélie Nothomb reconstruye a estos dos
personajes maravillosamente y les da la oportunidad de ser quienes son.
No son poderosos, no viven en castillos ni se encuentran bajo el
influjo de hechizos mágicos. Aquí nuestros protagonistas solo son feos e
idiotas a ojos de los demás, y aprenden a hacer que los demás no importen.
Cuando han conseguido hacerlo, y logrado aprender a quererse y respetarse, es
cuando se encuentran y consiguen ser felices. Pero sin salvarse ni cambiarse el
uno al otro. No es necesario.
Si te has enamorado de la Bestia, ¿por qué has de conformarte con un melifluo príncipe
azul?
Me ha gustado mucho. Muy Nothomb.
SLHLT
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