El catorce de febrero de 1900, cuatro alumnas y una profesora
del Colegio Appleyard para señoritas
desaparecen en las inmediaciones de Hanging
Rock mientras disfrutaban de un soleado y tranquilo día de picnic a los
pies de la roca.
Solo una de ellas regresa. Pero a su vuelta, tras ser rescatada
gracias al extraño presentimiento de un joven inglés de buena familia que acaba
de llegar a Australia, no es capaz de recordar lo que allí ocurrió.
Las demás chicas nunca aparecen. ¿Qué les pudo haber pasado?
Esta es la crónica de dicha desaparición.
Pero no os confundáis. Esta no es una novela de intriga con un
final esclarecedor. La autora no recurre al suspense y nos muestra solamente
los hechos conocidos y probados. No especula con lo que pudo haber pasado. La
clave de que esta historia se haya vuelto una novela de culto y que cada 14 de
febrero Hanging Rock se llene de
seguidores buscando respuestas, es precisamente lo que la autora no cuenta. Lo
que el lector se imagina.
Otro acierto de la autora es la recreación de la atmósfera que
la desaparición genera, cual extraña maldición, y que va afectando de distinta
manera a todos los implicados. Un suceso que crece, se multiplica y se
retroalimenta en el imaginario popular hasta dotar a la montaña de un protagonismo
propio, más allá de su naturaleza pétrea, y de un extraño aliento maléfico.
Para mí, además de estar muy bien escrita y, perdonen mi
atrevimiento, aún mejor traducida, es una novela que trata del ocaso del
colonialismo y de sus efectos, pero sobre todo, del fin de la inocencia.
Me ha gustado. Quizás me resultó un poco lenta por momentos,
porque me acerqué a ella creyendo que sería una novela de misterio, pero según
van pasando los días, y la digestión, me gusta más.
SLHLT
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