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¿Qué ibas pensando cuando pasó? Tienes
que acordarte.
Creo que lo sabes. Creo que
debes contármelo. Por ti y por mí, tienes que recordarlo y decirlo con
franqueza.
En aquel instante. Justo antes
de que ocurriera.
Hace falta que volvamos a aquel
instante.
Cuando bajaste del autobús. Cuando
te quedaste de pie en el bordillo.
Cuando bajaste el bordillo.
Si lo hiciste sin querer o… a
propósito.
Tenemos que insistir en eso. Necesitamos
saberlo.
Te has perforado un pulmón. Te
has roto la clavícula y cinco costillas.
Tienes media docena de pequeñas
fisuras en el cráneo. Tu cerebro ha resultado contusionado, lacerado. Hay
riesgo de que se formen coágulos.
Según el conductor del autobús,
parecías estar “decidiendo algo”.
Tenemos que volver a ese
instante. Necesitamos saber por qué.
Por qué hiciste lo que hiciste,
qué te decías a ti misma en el instante en que ocurrió. Cuando te bajaste del
bordillo.
A la mañana siguiente de
nuestra boda. >>
Esqueletos.
Esqueletos cubiertos de hierba. Calaveras. Cráneos humanos cerca del río. Entre
la hierba. Uno más grande. Otro más pequeño. Y el resto de huesos
desparramados. Casi como si estuvieran bailando.
Desde
niña Abby tiene una pesadilla
recurrente que la aterroriza. Comenzó después de que sus padres desaparecieran.
Primero se fue su padre. Después su madre. La dejaron. Nunca supo más de ellos.
Pensó que sería algo que se esfumaría al crecer, al perder los miedos, al
convertirse en adulta… Pero de vez en cuando los esqueletos volvían a sus
sueños para aterrorizarla. También ocurrió la noche después de su boda…
Se
despertó días después, magullada y dolorida, en la cama de un hospital, con la
mirada angustiada de Willem tratando
de entender lo que había pasado.
Así
comienza Persecución. No voy a contaros nada más, porque las historias
que se trenzan en esta novela han de desenredarse con calma, con precaución y
con cautela. Poco a poco y conteniendo la respiración.
Abby no siempre fue Abby. Y las cosas no son siempre lo que
parecen.
Joyce Carol Oates es una
maga del suspense: cautiva y perturba a partes iguales, y sabe mantener la
tensión como nadie. Esta historia cruda y brutal es un ejemplo de ello, pues dirige
al lector por donde quiere hasta mostrarle la realidad con una crudeza casi
lírica imposible de olvidar.
Fantástico,
sobrecogedor y muy recomendable.
SLHLT
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