sábado, 15 de agosto de 2020

Persecución

<< ¿Qué ibas pensando cuando pasó? Tienes que acordarte.
Creo que lo sabes. Creo que debes contármelo. Por ti y por mí, tienes que recordarlo y decirlo con franqueza.
En aquel instante. Justo antes de que ocurriera.
Hace falta que volvamos a aquel instante.
Cuando bajaste del autobús. Cuando te quedaste de pie en el bordillo.
Cuando bajaste el bordillo.
Si lo hiciste sin querer o… a propósito.
Tenemos que insistir en eso. Necesitamos saberlo.
Te has perforado un pulmón. Te has roto la clavícula y cinco costillas.
Tienes media docena de pequeñas fisuras en el cráneo. Tu cerebro ha resultado contusionado, lacerado. Hay riesgo de que se formen coágulos.
Según el conductor del autobús, parecías estar “decidiendo algo”.
Tenemos que volver a ese instante. Necesitamos saber por qué.
Por qué hiciste lo que hiciste, qué te decías a ti misma en el instante en que ocurrió. Cuando te bajaste del bordillo.
A la mañana siguiente de nuestra boda. >>

Esqueletos. Esqueletos cubiertos de hierba. Calaveras. Cráneos humanos cerca del río. Entre la hierba. Uno más grande. Otro más pequeño. Y el resto de huesos desparramados. Casi como si estuvieran bailando.

Desde niña Abby tiene una pesadilla recurrente que la aterroriza. Comenzó después de que sus padres desaparecieran. Primero se fue su padre. Después su madre. La dejaron. Nunca supo más de ellos. Pensó que sería algo que se esfumaría al crecer, al perder los miedos, al convertirse en adulta… Pero de vez en cuando los esqueletos volvían a sus sueños para aterrorizarla. También ocurrió la noche después de su boda…

Se despertó días después, magullada y dolorida, en la cama de un hospital, con la mirada angustiada de Willem tratando de entender lo que había pasado.


Así comienza Persecución. No voy a contaros nada más, porque las historias que se trenzan en esta novela han de desenredarse con calma, con precaución y con cautela. Poco a poco y conteniendo la respiración.

Abby no siempre fue Abby. Y las cosas no son siempre lo que parecen.

Joyce Carol Oates es una maga del suspense: cautiva y perturba a partes iguales, y sabe mantener la tensión como nadie. Esta historia cruda y brutal es un ejemplo de ello, pues dirige al lector por donde quiere hasta mostrarle la realidad con una crudeza casi lírica imposible de olvidar.

Fantástico, sobrecogedor y muy recomendable.
SLHLT

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