La
llaman Génie la loca porque no les
habla. Pero no está loca. Está más cuerda que muchos de los se atreven a llamarla
loca. Sus ojos no lo dicen, pero es aún muy joven. La “oveja negra” de una familia
rica que la repudia. Su crimen: tener una hija sin estar casada.
Una
madre joven a la que el destino le ha repartido las peores cartas. Vive con Marie en una cabaña, con cuatro muebles
viejos, al lado de una colina plagada de zorros y rodeada árboles que parecen
hablar entre ellos cuando el viento los mueve.
Marie la espera todas las
noches. Con miedo a que un día no vuelva. Pero siempre vuelve. Llega cansada.
Calienta la cena y se lava antes de dormir, sacándose con una cerilla la
porquería incrustada entre los pliegues de los pies.
Cuando
era pequeña, Génie llevaba a Marie con ella a las granjas donde
trabajaba de sol a sol, por la comida, por un atado de leña, por algún resto de
la matanza o por lo que tuvieran a bien darle cada día. La dejaba sobre un saco
o sentada en un silla, donde la pudiera ver. Y al anochecer volvían a su cabaña
caminando en la oscuridad.
La Marie niña se ponía nerviosa cuando
dejaba de ver a su madre y corría tras ella – “No te agarres a mis faldas”. Cuando creció comenzó a trabajar con
ella, pero en cuanto empezó la escuela Génie
ya no quiso que volviera – “Vete a
estudiar la lección”.
Marie a veces va a la casa
grande. Génie no quiere que vaya. La
abuela la desprecia. El abuelo le da manzanas, nueces o lo que tenga guardado
en su bolsillo mientras lee libros de antiguos reyes locos. Un día le cuenta
que su madre solía reír y cantar. Pero eso era antes.
Génie
la loca es uno de los libros más hermosos que he leído este año: la
historia de amor entre una madre y una hija. Un vínculo inquebrantable y sin palabras.
A pesar de todo y con todo en contra.
Maravilloso.
SLHLT
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