He de
reconocer que no tenía ni idea de quién había sido Héctor Abad antes de
escuchar a Javier Cámara y a Fernando Trueba promocionar su película. Sé que
era exactamente eso: una promoción, que me la estaban vendiendo, pero al oír
hablar del personaje y de que la película estaba basada en un libro escrito por
su hijo, me entró la curiosidad.
Lo que me encontré entre sus páginas fue puro amor en palabras: de un hijo a un padre, de un padre a un hijo, y de un hombre a su profesión, a su familia, a su gente y a su patria. Un amor valiente y consecuente que le llevó a tratar de cuidar la salud de los colombianos, a señalar la corrupción y a denunciar abiertamente a los que violaban los derechos humanos de forma sistemática.
Y eso le costó la vida.
Un quijote luchando contra molinos, en el punto de mira de los corruptos y los armados, acribillado a tiros por unos sicarios cuando se dirigía al velatorio de un amigo, asesinado unas horas antes por motivos similares.
Tras su muerte, encontraron en uno de sus bolsillos, junto a la lista de los amenazados, un poema de Borges copiado de su puño y letra y que comienza con este verso: “Ya somos el olvido que seremos.”
Emoción con mayúsculas.
SLHLT
No hay comentarios:
Publicar un comentario