lunes, 28 de abril de 2025

Algodón mágico

Algodón mágico es una obra de teatro que sorprende por su mensaje, su fuerza y su verdad.

Sandra Suárez Berlanga, profesora de Lengua y Literatura con un talento escénico enorme y un gran futuro por delante, se mueve en esta obra entre lo cotidiano y lo poético, como si el mundo pudiera transformarse con solo mirar de otra manera.

El algodón del título no es solo materia: es símbolo, es refugio y es memoria.

Pero bajo la suavidad del título se esconde una lectura política y emocional poderosa. Porque Algodón mágico no solo habla de la necesidad de ser uno mismo sin esconderse, de la injusticia de cargar con secretos heredados y de los falsos aliados (lobos con piel de cordero). También reivindica la diversidad sexual, denuncia la violencia obstétrica y hace apología de la sororidad, la libertad y la justicia (aunque a veces no quede más remedio que tomársela una por su mano).

Es teatro hecho con mimo, muy pensado y muy real. Con diálogos madurados, creíbles, y con una sensibilidad que emociona sin caer en lo fácil.

Una pequeña joya que merece ser leída, compartida y representada.

No os la perdáis.

SLHLT

lunes, 21 de abril de 2025

Los sorrentinos

 << El Chiche Vespolini era el menor de cinco hermanos, dos varones y dos mujeres. Su verdadero nombre era Argentino, pero le decían así porque de chico era tan lindo y simpático que se había convertido en “el chiche de sus hermanas”. Los Vespolini se habían instalado en Mar del Plata a principios del 1900 y siempre habían tenido hoteles y restaurantes. De su familia el Chiche había heredado la Trattoría Napolitana: el primer restaurante en el mundo en servir sorrentinos.

     Los sorrentinos eran una pasta redonda, rellena, que había inventado Umberto, el hermano mayor del Chiche, bautizada en homenaje a la ciudad de sus padres. El sorrentino no tenía el borde de masa de los pansotti, ni el relleno de carne de los agnolotti, ni llevaba ricota como los cappelletti. Era una media esfera con cuerpo, hecha con una masa secreta, suave como una nube, rellena de queso y jamón.

     De vez en cuando aparecía alguien en la trattoria que tenía el mal gusto de preguntar, con cierto aire superado: “¿El sorrentino no es lo mismo que un raviol pero redondo?”. Ante esto, las mujeres de la familia ponían los ojos en blanco y los hombre se reclinaban en sus sillas y resoplaban. >>

 

Esta es una de esas historias que se lee con una sonrisa y se recuerda con un nudo en la garganta.

En el corazón de Mar del Plata, una familia de origen italiano regenta un restaurante donde los sorrentinos (esa pasta rellena que no es raviol ni es canelón) son casi una religión.

Pero lo que realmente se cuece entre fogones no es solo comida: son secretos, herencias, silencios, afectos y pequeñas traiciones que se transmiten de generación en generación como una receta imperfecta.

Con una prosa cálida, llena de humor y melancolía, Virginia Higa nos invita a sentarnos a la mesa de los Vespolini y a mirar, desde la cocina, cómo se construyen los afectos. Es una historia sobre lo que se dice y lo que no, sobre los vínculos que se sostienen a pesar de todo, y sobre el modo en que la comida puede ser un idioma propio, una forma de amar.

Simplemente maravillosa.

SLHLT

lunes, 14 de abril de 2025

La mitad evanescente

<< La mañana en que una de las gemelas perdidas regresó a Mallard, Lou LeBon corrió hasta la cafetería para anunciarlo, e incluso ahora, pasados muchos años, todo el mundo recuerda la alteración de Lou cuando, sudoroso, abrió de un empujón las puertas de cristal, con el pecho agitado, el cuello de la camiseta oscurecido por su propio esfuerzo. Los clientes, medio adormilados, prorrumpieron en un griterío alrededor de él; eran unos diez, si bien posteriormente serían muchos más los que mentirían y dirían que también ellos estuvieron allí, aunque solo fuera para simular que por una vez habían presenciado algo de verdad emocionante. En aquella pequeña localidad agrícola, nunca ocurría nada sorprendente, no desde la desaparición de las gemelas Vignes. Pero esa mañana de abril de 1968 Lou, de camino al trabajo, vio a Desiree Vignes recorrer a pie Partridge Road, cargada con una pequeña maleta de cuero. Presentaba exactamente el mismo aspecto que cuando se marchó a los dieciséis años, su piel todavía clara, del color de la arena solo un poco húmeda. Su cuerpo sin caderas le recordó a una rama movida por una brisa impetuosa. Avanzaba con rapidez, la cabeza gacha, y -en ese momento Lou hizo una pausa, tenía algo de showman- llevaba cogida de la mano a una niña, de siete u ocho años, negra como un tizón. >>


La mitad evanescente, de Brit Bennett, arranca con el reencuentro de dos hermanas gemelas, Desiree y Stella, que crecieron en un pequeño pueblo sureño obsesionado con la blancura de la piel.

Aunque son negras, su tez clara les permite “pasar” por blancas, y ese detalle marcará sus destinos.

De adolescentes, huyen juntas, pero pronto sus caminos se bifurcan: Stella decide vivir como una mujer blanca, ocultando su origen incluso a su familia, mientras Desiree regresa al pueblo con su hija, de piel mucho más oscura.

La novela sigue a ambas mujeres (y a sus hijas) a lo largo de décadas, explorando cómo el racismo, la identidad y las decisiones personales moldean sus vidas.

Me ha gustado muchísimo.

No os la perdáis.

SLHLT

lunes, 7 de abril de 2025

Marranadas

Marranadas, de Marie Darrieussecq, es uno de esos libros que te noquean.

La protagonista, una mujer anónima, empieza a transformarse en cerda (literalmente) tras acceder a un empleo en el que es tratada como un objeto y abusada con la mayor naturalidad por parte de su jefe y de sus clientes.

Su cuerpo, como si ya no pudiera soportar el peso de la mirada ajena, empieza a rebelarse. Lo que comienza como una metamorfosis grotesca se convierte en una parábola feroz sobre el cuerpo femenino, la invisibilidad, y la reducción a un físico accesible que sufren las mujeres en muchos ámbitos.

La narradora tiene una voz entre infantil y despreocupada, como si relatara su transformación sin entender del todo lo que le está pasando, pero tampoco esperando que alguien la salve. Hay una especie de resignación lúcida, como si supiera que no hay lugar para ella en el mundo tal como está construido. Esa mezcla de ingenuidad y falta de esperanza hace que el relato sea aún más perturbador: no hay drama, no hay gritos, solo una aceptación silenciosa de lo que le está pasando.

Esta historia reivindica, de forma brutal, el derecho a existir fuera de los moldes. Darrieussecq nos lanza una crítica afilada al sistema que reduce a las mujeres a cuerpos deseables, domesticables, y cuando no encajan, las margina o las convierte en monstruos.

Lectura incómoda, que no busca agradar, pero de lo más necesaria.

SLHLT